lunes, 1 de septiembre de 2008

JAIME FONTANA

FONTANA, JAIME (Víctor Eugenio Castañeda) 1922 -1972. Escritor y diplomático; respresentó a Honduras en la Argentina, México, Ecuardo y ante la UNESCO. En 1951 en la Argentina le fue concedido el Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores por su libro "Color Naval" y en 1962 obtuvo el Premio "Asteriscos" de Junín, también en la Argentina. Su libro´más conocido es: "Color Naval" editado en Buenos Aires en 1951.


JAIME FONTANA



EL PINO DE MI PUEBLO

Un verde alcor sobre el macizo andino;
sobre el alcor, granítico peñón;
sobre el peñón, un solitario pino;
sobre el pino... su sueño de ascensión.

Cuando el pueblo tirita entre la suave
neblina cual friolento caracol,
índice audaz, el pino es una grave
acusación al negligente sol.

Y en el estío, cuando el triste ruego
de los campos, llagados por el fuego
hasta su plinto de granito sube,

el providente pino de mi sierra
mata la sed de la abrasada tierra,
abriéndole goteras a la nube.

II
Dios vegetal barbado de esperanza,
nervio y raíz del solariego rito,
en ti la savia de mi suelo alcanza
la geometría funcional del grito.

Eje del viento. Elevas tu osadía
hasta indicar su ruta a la centella;
áncora verde con que el monte
ansia atracar en la rada de la estrella.

Sigue subiendo entre el azul,
erguido, que ni las llamas te verán vencido
ni el huracán te infligirá desmayo

ni el hacha artera cortará tu anhelo:
¡si un día has de morir, será en el cielo
por haber ido a provocar al rayo!


III
Vas al cenit. Mientras tu alcor gallardo
es el parnaso criollo en que el sonoro
zorzal serrano y el cenzontle pardo
discuten trinos con la chorcha de oro.

Yo te he visto subir, y me he nutrido
con tus aires untados de resinas...
¿Te acuerdas? Tu paisaje colorido
solía retozar en mis retinas.

Maestro de horizontes, en la ausencia
destilo tu recuerdo, cuya esencia
vuelve hasta ti con intención votiva

y cuando el mundo mis afanes niega,
para ganar alientos en la brega,
repito tu lección: ¡Arriba! ¡Arriba!



LOS CAMINOS DEL MAR

Quise ir al mar plenario, al mar que muerde
la carne de la selva, áspera y tibia;
a ese mar cimarrón, primario, fuerte.

(No al mar domesticado de los puertos
ni al prisionero mar de las salinas).

Fui a preguntarle al río. Sabía que los hombres
olvidaban el viaje primordial.
(Cuando chico, mi madre me dijo que los ríos
se saben de memoria los caminos del mar).

Viajé hacia los remotos subsuelos de mi sueño.
(Mi sangre es nieta de ese mar).
Entre agua y sombra, entre molusco y astro,
busqué la alquimia germinal.

El mar, nocturno y solo, me habló de sus recuerdos:
de la primera clorofila, de la primera voz,
y de aquella sonrisa terrible -la primera-:
la sonrisa del Hombre cuando ha inventado a Dios.

El mar me dio el secreto: la herencia de su oleaje
sigue rigiendo en el olear del grito,
en las melenas de la fiera,
en el verso, en el fruto; en las caderas
como olas de mi amada;
en los naufragios de la idea;
en el sístole y diástole infinitos.

Se rió de las menudas hazañas de mis dioses
el mar, con su tremenda carcajada.
El mar que inventó el sexo, las alas, las raíces,
e hizo -a su imagen- la primera lágrima.




ESTE VOLVER A HONDURAS

Parece que no habrá nada más tierno que este volver a Honduras:
Llegar con el amor iluminado por años y distancias,
Decir esta es la sierra, este es el aire y este el río del recuerdo
recuperar las voces salpicadas de burlas familiares,
reasumir la niñez en el dormido sabor de esta naranja
y en este olor -que es casi de muchacha- de savia y de panales
que sólo dan los árboles autores de nuestro propio canto.
Porque volver a Honduras es ir de madrugada a los maizales
para espantar los pájaros bisnietos de aquellos que espantamos.
vivir en un mugido, en un relincho, que vienen de la noche,
los sueños, alegrías y peligros de los antiguos campos.
Parece que tendrá mucho de triste nuestro volver a Honduras:
hallar que el calendario no era broma leyendo algunos rostros,
saber que algo no vuelve en estas naves aunque el viajero vuelva
y besar en la frente lo que un día besamos fin la boca.
Parece que también será la lágrima este volver a Honduras:
preguntar por hermanos, por amigos que no nos esperaron,
y el horror de buscar en una tarde de cal y de cipreses
unos nombres: Julián o Federico, Carlos, Daniel o Marcos.
Parece que será feliz y trémulo nuestro volver a Honduras:
vagar por los caminos que asolearon el verso de la infancia,
llevar hasta una loma coronada de flores amarillas
de la mano, a los hijos que fundamos sobre lejanas playas
-más allá de las nieves absolutas, de selvas y de mares–
­y decirles al fin: esta es la cuna y esto el peñón exacto,
esta es la tierra nuestra, la amorosa, la que espera a sus niños,
aquí esparcen su calcio generoso los huesos de mis padres
y el calcio va a la hierba y hace al pino mas jubiloso y alto:
así trabajan todavía quienes nos prestaron la sangre.

Todo será feliz y doloroso, será trémulo y tierno
porque volver a Honduras... me parece que es retomar el canto.

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