martes, 2 de diciembre de 2008

UN CUENTO DE MEDARDO MEJÍA

MEDARDO MEJIA (1907-1981)
AQUÍ ASI ES………………

Don Efraín Zamora tuvo una belleza moral que le vino de sí, de su buena crianza, de sus lecturas escogidas y de la práctica del bien.


En el gobierno del doctor Francisco Bertrand fue como un empleo consular a los Estados Unidos, y terminado aquel gobierno trabajó como agente de negocios, recorriendo la Unión.
Vivió cerca de treinta años en aquel país hasta el día que recibió un mensaje de sus familiares en que le comunicaban la muerte de su hermano Julio Zamora en Danlí.


Saturado de civilización norteamericana de aquel tiempo, casi por humos recordaba las costumbres de Honduras, y con su parsimonia y suavidad tomó un barco de la Flota Blanca que lo trajo a la Ceiba.


Se hospedó en el Hotel París, y al sentirse descansado salió a reconocer la ciudad. ¡Que bonita! En solares nuevos encontró a un viejo amigo que gritó al verlo: ¡Efraín!, y él en tono menor respondió: ¡Jorge! Se abrazaron y entablaron plática.


Conversando estaban cuando varios hombres armados de revólveres les apuntaban y disparaban. Don Efraín, inquieto, le dijo amigo:
- Es con nosotros. Quieren matarnos
- Ásete para acá. Están blanqueando. Mirá la tabla. Es que aquí así es….


Al día siguiente tomó el tren de pasajeros para Tela. No hubo novedad en el trayecto. Notó la amabilidad de la gente.


Al llegar a la estación el jefe de una escolta se le acercó para preguntarle:
- ¡Vos sos Efraín Zamora!
- Sí, señor; yo soy.
- Me vas a acompañar.


Don Efraín, llevando sus valijas, entre soldados de antes, no fue al hotel sino a la cárcel, un cuartucho oscuro, de calor infernal, hediondo a orines. El carcelero cerró la pesada puerta de rejas con una gran llave y el reo se atrevió a preguntar:
- Quisiera saber porqué me encierran.
- Precauciones, y no pregunte más si quiere evitar lo peor. Es que aquí así es…..


Al día siguiente, muy de mañana, lo sacaron para llevarlo a la estación; lo subieron al tren, siempre entre soldados. Sin comer ni beber llegó a San Pedro Sula y una nueva escolta lo recibió para conducirlo al presidio.
Escoltado fue buen trecho de la ciudad. Las gentes se detenían a verlo, diciendo: “Es un pastor protestante…” Entró al recinto y lo metieron en una celda sin indagatorias.
Al rato se le acercó el jefe del penal:
- ¡Vos te llamás Efraín Zamora!
- Si, señor.
- ¿Tenés conocidos en San Pedro?
- El General Francisco Martínez Fúnez es mi viejo amigo.
Me gustaría hablarle para que me arregle esto.
- Es difícil ver al general. Anda en Choluteca. Mejor cállate para evitar que te arrojen con un peso al Ulúa. Es que aquí así es…


Al día siguiente con ruido de fusiles y salbeques, lo llevaron al campo de aviación. En el campo el coronel de la escolta conversó en voz baja con el gringo aviador, quien dirigió una mirada inexpresiva al reo.


Cuántas cosas imaginó don Efraín en aquel momento. Lo empujaron al avión. La
Escolta quedó en tierra. En el vuelo sólo él venía de pasajero, vio el Valle de Sula, el de Comayagua y las serranías de Tegucigalpa. No le llamaron la atención por la inquietud que le embargaba.


Descendió el avión en Toncontín. Salió don Efraín con su talante de profesor de altos estudios, dirigiendo la vista a todas partes. No había un alma nacida en el campo. Lleno de dudas se paró entre sus valijas y se puso a esperar.


En eso se acercó un carro lujoso. Del carro salió don Julio Lozano, quien iba al sur y de casualidad llegó allí. Reconoció al viajero y fue a saludarlo.
- Aja, Efraín, al final regresaste al país.
- Sí, en este momento…Le explicó como había llegado y le agregó que esperaba la escolta que lo condujera a la ciudad.
Lozano sentenció:
- Te ves libre y estás esperando pencos. Ándate para tu casa sin cuidado. Lamento lo que te ha sucedido. Pero es que aquí así es…