domingo, 19 de julio de 2009

OPINION LIBRE


LA FUERZAS ARMADAS DE ANTAÑO NO LE TEMÌAN A LOS CAMBIOS

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Oscar Amaya Armijo

Entre los años 1975 a 1978 ascendió al poder de la nación el general Alberto Melgar Castro, mediante un golpe de estado que le propinó al también general, Oswaldo López Arellano quien habiendo gobernado el país bajo la égida del reformismo burgués, había propuesto reformas para modificar tímidamente las estructuras productivas, sociales y políticas del país.

Habrá que agregar que ese régimen de López Arellano también se atrevió a tocar los intereses económicos de los Estados Unidos al imponer un impuesto de 50 centavos a las compañías bananeras, por cada caja de bananos exportados. Al igual que hoy, ante semejante acto de incuestionable actitud nacionalista, el Pentágono y el Departamento de Estado comenzaron a conspirar contra aquel gobierno.

Por supuesto, aquel intento de López Arellano (1972-1975) recibió una andanada de oposiciones por los mismos sectores oligárquicos que en la actualidad conspiraron y perpetraron el golpe de estado contra el régimen liberal de Manuel Zelaya Rosales. Aquella campaña fue tan rabiosa como la de ahora, y con similares argumentos: la amenaza del comunismo, fantasma al que acuden siempre para fomentar el terror y la represión.

En aquella ocasión, 1977 para ser exactos, disueltos los tres poderes del estado, y ante la creciente oposición popular, el General Melgar Castro, en un acto de inteligencia y astucia política, organizó una especie de constituyente, y sin consultar a nadie, al que denominó Consejo Asesor de la Jefatura de Estado(CADEJE), compuesto por representantes del movimiento popular, social y de los partidos políticos emergentes, dejando al margen a los partidos liberal y nacional, convertidos en verdaderas momias políticas.

Este consejo, dado el carácter de su composición interna, era profundamente progresista y proponía medidas a consideración de la Jefatura de Estado para que este órgano las aplicara. En realidad este ensayo era una continuación del propuesto por López Arellano, en un afán por mejorar a las grades mayorías desposeídas.

De esta especie de constituyente, se promulgaron una gran cantidad de leyes, sobretodo la propuesta de reforma electoral que cuatro años después (1982) contribuyó notablemente al surgimiento de la democracia representativa, esta misma que los actuales politicastros convirtieron en un remedo, en una caricatura.

En aquel tiempo, no hubo oposición a la organización en forma corporativa de aquella constituyente, ni campaña rabiosa ni muertos ni detenidos, y nadie habló de comunismo, y si bien es cierto que para esa ocasión otro general, Policarpo Paz García, había asestado otro golpe de estado a aquel gobierno militar, pero tomando como causa un recambio en el aparato estatal por parte un sector recalcitrante del bloque de poder dominante.

Se plantea esta relación de hechos para que la actual Junta de Comandantes, principales conductores materiales del actual Golpe de Estado en Honduras, se enteren de que antes que ellos, hubo oficiales, clases y soldados, que no le tuvieron miedo a los cambios, ni manifestaron ojeriza frente al fantasma trasnochado del comunismo, y actuaban con cierto barniz patriótico frente a los dictados imperiales.

De estos actos patrióticos, de sus antecesores jerarcas, deben aferrase aquellos oficiales, clases y soldados que aún guardan en su fuero interior cierta vergüenza por retrotraerse a épocas negadas por la historia. Desde siempre, lo saben los militares, que los conservadores y halcones del pentágono también actúan de espalda a la historia, negándole a la humanidad a vivir más dignamente.

Aun hay tiempo para reivindicarse frente al pueblo hondureño, para caminar por senderos más dignos, volver a la institucionalidad y, de una vez por todas, abandonar los atajos del oprobio y la represión.