¿EL MERCADO O LOS MERCADERES?
Jorge Luis Oviedo
Los economistas, en su mayoría, pese a la gravedad de la crisis financiera mundial, provocada como bien es sabido por el abuso y la confianza extrema en el MERCADO, siguen sosteniendo que éste no es culpable.
Tienen razón, porque los conceptos, o nociones para los ciudadanos promedio, son abstracciones, no son la realidad. Así, la democracia teóricamente es una cosa, en la práctica se diluye en la aspiración de los individuos y las individuas de ser tomados en cuenta. Hace algunas décadas –en la época de la cortina de hierro- la Europa Oriental acuñó el término democracias populares con el propósito de diferenciarla de la democracia tradicional de la otra Europa, la occidental.
De un tiempo acá, en varios países de Hispanoamérica escuchamos la expresión: el pueblo pueblo; claro indicio de que quienes la usan pretenden establecer una diferencia con respecto al término pueblo -otra abstracción- que como consecuencia de su uso abusivo por demagogos, publicistas y toda una suerte de personajes y empresas mediáticas han culminado por alterar los significados universales de muchas palabras.
Por otra parte, el mercado, para los obreros, para los campesinos o para muchísimas personas con poca o ninguna escolaridad es un sitio particular en una ciudad, porque de ese modo es una entidad real, un lugar donde comprar o vender, incluso, donde hacer trueque literalmente hablando.
De ahí que para la mayoría de los mortales, el mercado tal como lo conciben los economistas no existe. Tiene existencia tangible el mercado de mayoreo o cualesquiera de los otros lugares que denominamos mercado, como el San Isidro, Las Américas, etc.
Para esos mismos ciudadanos el término mercader, sin embargo, no es una abstracción, sino una dolorosa realidad, pues se denomina como tal a todo comerciante inescrupuloso; y a los que venden productos diversos prefieren que los llamen comerciantes o empresarios; y, en el caso de los que venden dinero, financistas.
La historia de Honduras es patética en este sentido, porque el país cayó en manos de mercaderes hace más de medio siglo, luego los hijos de los mercaderes asumieron, con el producto de sus utilidades, el control político del país y, obviamente, dominados por el deseo natural de preservar su grupo, su familia, su clan, su tribu, etc., se dedicaron a acaparar y hacer negocio fácil: se repartieron las telecomunicaciones, la generación de energía eléctrica, desarticularon la capacidad estatal para responder en las emergencias, en la reparación y construcción de puentes y carreteras, primarias y secundarias. Han hecho un festín con las frecuencias de radio y televisión –un país con menos de 6 millones de personas habitándolo- ha otorgado más de 900 frecuencias de radio al sector privado, decenas de canales de televisión, mientras el Reino Unido, Japón, Francia y Alemania, para no mencionar todos los países desarrollados, son las entidades sin fines de lucro, con programación alternativa educativa y cultural, las que dominan el espacio con sus emisiones.
Además, Honduras, luego de ser, en la época colonial, territorio de explotación minera –por eso ni criollaje generó y, con ello, antes que fortalecer la identidad de una clase dirigente, produjo desarraigo entre los mestizos; y el desarraigo es hoy uno de los elementos más característicos del hondureño promedio- enajenó, para el cultivo de los postres de USA durante la mayor parte del siglo XX (banano, cacao, café, piña), grandes extensiones de suelos magníficos y finalmente, los grandes gurús de nuestra economía han logrado que la fuerza de trabajo de miles de hondureños preste servicios al sector maquilador.
Todo lo anterior en la práctica conlleva al fortalecimiento de nuestra dependencia. Y lo subrayo porque resulta curioso que, mientras, hace cincuenta años, el nivel de vida de los hondureños era mejor que el de algunos países asiáticos, hoy no solamente nos han aventajado, sino que la mayoría de los hondureños tienen un nivel de vida peor que el de hace 50 años.
La explicación es sencilla; unas pocas familias de mercaderes se adueñaron del país y han logrado que el resto de la población, un 80%, de los que tienen empleo, laboren para ellos: unos en el sector financiero, otros en las maquilas, otros en los medios de comunicación, otros tantos en la medición y facturación eléctricas, otros más en las empresas telefónicas; ¡vaya festín el que se han venido dando!
También convirtieron el país en un descarado mendigo internacional, no sólo con el asunto de la condonación de la deuda, sino porque han generado una subcultura de la mendicidad y, ahora en el país, piden los de siempre en los atrios de las iglesias ( menos que antaño), bajo los semáforos o en los estacionamientos de los centros comerciales o en las universidades; pero también piden los políticos o los que se meten a tales; mendigan votos para sentirse importantes, algunos los terminan comprando u obteniendo en trueque; pide también el gobierno a nombre del ente abstracto que se denomina pueblo, a los otros gobernantes (porque de lo contrario ni escuelas, ni puentes, ni merienda, ni ninguna obra social habría en el país; también piden decenas de profesionales universitarios especialistas en desarrollo, a las fundaciones de los países industrializados. De modo que en Honduras debe hacerse uso de la siguiente expresión para estar a tono con las prácticas actuales: mendigos somos y pidiendo andamos; porque en esto de pedir nadie reniega, por eso piden también los magnates del país para hacer obras de caridad y para la salud de corazón de los pedigüeños humildes, de modo que a final del año, hasta los calvos saludan con sombrero ajeno a fuerza de pedir más y de dar menos.
¿Qué tiene este país, con nombre de agujero profundo, al que muchos declaran su amor y juran lealtad y hacen tan poco para demostrarlo? mientras tanto inventan culpables para esto o lo otro. Así, profesores, sindicalistas, campesinos, cafetaleros, pulperos, empleadas domésticas y la juventud sin domesticar son todos culpables de la desgracia del país que estos mercaderes han hecho a su imagen y semejanza, y cuyos hijos, son lógicamente hijos de la malacrianza, porque han sido forjados en el crisol de la vida y al calor de los soles y las aguas –muy abundantes este año por cierto- del trópico, a la luz del ejemplo de los notabilísimos mercaderes de Honduras, hechos a su vez a la imagen de los todopoderosos mercaderes del gran capital mundial. ¡Buen provecho señores!
Don Carlos Marx no pudo imaginar los efectos de la publicidad a través de los medios electrónicos y, por tanto, señaló lo que era correcto para su tiempo, en lo que al costo y el valor de las cosas respecta; pero en la actualidad nada tienen que ver los costos, las horas de trabajo, los días, semanas, meses que a un agricultor de África o Latinoamérica le cuesta producir cada libra o quintal de café, de cacao, cada caja de bananos, de piñas o toronjas; o lo que a un artesano de los que todavía quedan, le cuesta producir zapatos, ropa, herrajes o talabartería. Por ejemplo, Doña Tete Ramírez, hermana por cierto de uno que fue Jefe de las Fuerzas Armadas, costuró toda su vida hasta que perdió el sentido de la realidad a los 99 años, murió de 102, ignorante de los vaivenes del mercado. Hacía pantalones, calzonetas, trajes de niño a principios de este siglo XXI, al precio que cobraba en la década del sesenta del siglo anterior, porque se quedó estacionada en el tiempo para bien de sus clientes.
La industria primero, y desde los medios de comunicación después, se ha distorsionado el abstracto mercado, haciendo que los especuladores ganen cifras enormes en ocasiones, aprovechándose de coyunturas políticas, militares, atmosféricas, en fin, porque consideran que el mercado encontrará su equilibrio siempre. Y, sin duda, lo encuentra, pero del mismo modo que la naturaleza lo hace o que las especies, de manera más particular, lo hacen. Y ya sabemos que cuando a una especie –con excepción de la humana- se le modifica drásticamente su hábitat, deja ser competitiva y se extingue... la vida continúa, por supuesto.
Por eso, en este orden económico mundial, que en nada se diferencia de aquel orden natural que fortalece la evolución y que Darwin descubrió y expuso con enorme claridad, sobreviven únicamente los más aptos.
Lo extraño en esto es que, casi sin excepción, los líderes políticos en todo el mundo, se declaran creyentes y expresan que los mueve el bien común. En la Europa Occidental, en USA y en Latinoamérica todos los gobernantes son cristianos; pero de su cristianismo solo aplican aquella expresión de Cristo: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
La frase con la Jesús salió de un apuro parece hoy una máxima del liberalismo, que va muy bien al libre comercio y a la separación iglesias – Estado. Calza muy bien para el interés de los mercaderes.
No debe ser secreto entonces saber que la industria de las armas, la de los fármacos, la de las comunicaciones (telefonía, radio, televisión, de la información) y otras de gran relevancia están en manos de los más capaces para imponer su orden al resto del mundo; de ahí que los mercados son hoy, con la excepción para quienes viven en una economía de subsistencia y de mendicidad, un antojo de los mercaderes de peso completo, quienes a su vez encuentran respaldo en los mercaderes de mediana condición y así hasta completar la cadena.
De modo que al final, el ciudadano común y silvestre –como la mayoría de los que habitan las ciudades hondureñas que han impuesto sus comportamientos rurales a los centros urbanos- no es más que una pieza de ajedrez, y lo llevan como entierro de pobre, con crisis ambientales, militares, pandemias y, con la ilusión de llegar un día a ser todo poderoso, con el ilusionismo publicitario que lo bombardea desde todo los ángulos, con lo cual incrementa sus necesidades, es decir, sus deseos.
No sería más sensato, más cristiano, más equilibrado que se generara ocupación para los millones de desempleados, por lo menos en mundo occidental (por lo del cristianismo que se profesa, digo), pues en Europa durante mil años se santificó la pobreza, (entiéndase renuncia a los bienes materiales) actitud o comportamiento sicológico que el estoicismo asume según las circunstancias, para no vivir angustiado. Reitero, con un 10% (por aquello del diezmo con que subsistieron los judíos en la antigüedad) de las reservas del G-8 que se aportara para mantener ocupados a los comunes y silvestre de Africa, Latinoamérica y otros sitios del planeta, la pobreza extrema del planeta dejaría de existir.
Porque el actual orden económico equilibra los mercados de acuerdo con las leyes de la naturaleza y no con las prédica de políticos, economistas y religiosos; de ahí que en Honduras, cuando no se exportaban camarones y tilapia, estos eran más baratos. Lo lógico es que exportáramos lo que no consumimos como normalmente hacen los países industrializados; porque ni para Japón, USA o los países que integran la Unión Europea el valor de sus exportaciones representan más del 10% de su producto interno bruto. Brutos nuestros mercaderes –aunque no es lo que ellos piensan de sus acciones- que han vendido el alma al diablo a cambio de hacer padecer hambre a millones de hondureños y volverse competitivos en USA y Europa. Cambiemos totopostes, café y otros productos tropicales a la China Continental por productos industriales, porque ambos tenemos mano de obra barata, por tanto el intercambio será mejor; pero mientras insistamos en enviar casi todos a USA a lo que contribuimos es mantener bien nivel de vida de los gringos y sus gringas y a incrementar la pobreza de los hondureños comunes y silvestres que del mercado sólo entienden que existe en las ciudades para comparar en él algunos productos específicos.
Finalmente, a nuestros mercaderes tienen tan poca visión que conformes en su jolgorio, en el reparto que han hecho de país, no se les ocurre organizar a los pequeños productores hondureños para que, con un mínimo de tecnología y distribución apropiada le vendan a los centroamericanos que viven en USA productos artesanales y más variedad de comidas criollas que, hasta hoy, sólo unos pocos de los mercaderes mayores aprovechan. Con eso se captaría el doble o el triple de dinero de las remesas, que es mucho más que el de las exportaciones actuales, incluida la maquila.
P.D. Comentarios a este artículo hacerlos en los bares, en las cafeterías o en las reuniones cuando están aburridas.
viernes, 19 de diciembre de 2008
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