martes, 20 de julio de 2010

LA POESIA DE LO COTIDIANO:


TRES NOVELAS DE JORGE LUIS OVIEDO

Teresa Cerrato

Thesis Submitted to the
College of Arts and Sciences
at West Virginia University
In Partial Fulfillment of the Requirements
for the Degree of
Master of Arts
in Foreign Languages/Spanish
Daniel Ferreras, Ph.D., Chair
Dr. Sandra Dixon, Ph.D.
Dr. Pablo González, Ph.D.
Departmente of Foreign Languages
Morgantown, West Virginia
1999
ii
ABSTRACTO
Este trabajo analiza tres novelas de Jorge Luis Oviedo y su relación con la realidad
cotidiana hondureña. El mismo incluye una discusión del papel del ambiente, los
personajes y el lenguaje como reflejos de la realidad. Asimismo, se presenta una revisión
histórica de la literatura hondureña y de los eventos históricos que han sido incorporados
en los libros de Oviedo.
iii
DEDICATORIA
Para mi Papi, mi Mami y Rodolfo. Tres personas más que importantes en mi vida.
Para los cipotes, las cipotas y las cuñadas. Gracias por creer en mí.
Para Gaby y Andrea, dos mujeres del próximo siglo. Que nada las detenga para llegar
donde quieran llegar.
iv
AGRADECIMIENTOS
Antes que nada, muchísimas gracias a la Dra. Sandra Dixon, al Dr. Daniel Ferreras
y al Dr. Pablo González por su paciencia y su excelente disposición a ayudarme a concluir
una tarea que se había extendido ya por bastante tiempo. Muchísimas gracias a todos por
sus valiosas sugerencias que me ayudaron a mejorar sobremanera los primeros (y últimos)
borradores de este trabajo.
Mi agradecimiento muy especial al Lic. Jorge Luis Oviedo por proveerme con
copias de sus trabajos y con otros materiales que facilitaron enormemente mi trabajo de
investigación. Espero que este humilde tributo a su gran labor de escritor sirva no sólo
para difundir su obra sino también para motivarlo y para que no deje de enriquecernos con
su perspectiva tan especial de nuestra realidad.
A toda la gente en mi casa en Honduras, especialmente a "Carmenchu" que se
encargó de conseguirme materiales y de contactar al Lic. Oviedo. ¡Gracias!
A Rodolfo que supo sobrevivir los últimos períodos de mi proceso creativo y sin
cuya ayuda este trabajo no hubiera podido concluirse a tiempo.
v
TABLA DE CONTENIDOS
Abstracto..................................................................................................................ii
Dedicatoria..............................................................................................................iii
Agradecimientos......................................................................................................iv
Tabla de contenidos..................................................................................................v
Introducción...........................................................................................................vii
Capítulo I. Breve historia de la literatura hondureña................................................1
Algunas consideraciones sobre el período indígena.....................................1
El período colonial........................................................................................4
Período de la Reforma Liberal......................................................................6
Siglo XX: dictadura y regimen militar..........................................................8
Capítulo II. Jorge Luis Oviedo: Poeta de lo cotidiano............................................13
Un escritor polifacético..............................................................................13
Algunas influencias en su obra...................................................................14
Jorge Luis Oviedo y la teoría literaria.........................................................17
Algunas características de la obra de Oviedo..............................................19
El ambiente.....................................................................................19
Los personajes................................................................................21
El lenguaje.......................................................................................22
Capítulo III. Historia dentro de las historias..........................................................26
Bases históricas de la obra de Oviedo........................................................28
El Caríato........................................................................................28
El regimen militar............................................................................31
“Rosuco,” Alvarez Martínez y la Seguridad Nacional...................33
vi
Capítulo IV. Tres novelas hondureñas contemporáneas........................................40
La Gloria del Muerto o la lucha entre el Bien y el Mal..............................41
Aspectos estructurales de la obra...................................................43
Ramón Castro o las Fuerzas del Mal.............................................44
La Turca: un personaje femenino diferente................................................48
La Turca y su sexualidad................................................................50
La Turca como ser mítico...............................................................53
Algunas consideraciones sobre la estructura de La Turca..............55
Como mi general no hay dos: reconstruyendo la Historia.........................57
El lenguaje y la realidad en Como mi general no hay dos...............58
Personajes.......................................................................................60
La Historia. ¿Otro personaje?........................................................61
¿Realidad o realismo mágico?.........................................................63
Conclusiones..........................................................................................................65
Obras citadas..........................................................................................................67
vii
INTRODUCCION
La literatura hondureña contemporánea tiende a destacarse por una calidad
superior a la de las décadas anteriores, un mejor estilo y el talento y la densidad de
pensamiento de sus autores (León Gómez 129). Poco a poco, la literatura ha ido ganando
un lugar en la vida nacional hondureña gracias a los esfuerzos constantes de sus escritores.
En un país que ha sido considerado como uno de los más pobres del mundo, es
difícil ver el ejercicio de la literatura como una actividad relevante. El hambre, la pobreza
extrema y las constantes restricciones aplicadas al país por los organismos internacionales
son preocupaciones diarias y lo suficientemente graves para hacer palidecer la importancia
de la literatura. En tal contexto la labor del escritor, según Oviedo, podría resultar injusta,
ya que talvez sería más justo “cultivar aguacates, maíz o frijoles que escribir para un
reducido número de lectores” (Ramírez 112). ¿Qué hacer entonces?
Afortunadamente hay en los escritores hondureños un deseo de escribir que se
sobrepone a todos los obstáculos con que pudieran encontrarse. Estos escritores también
se sienten comprometidos para dar una voz a todos aquellos que están preocupados por
su próximo bocado o por encontrar un sitio donde pasar la noche. La denuncia de la dura
realidad entonces se convierte en literatura.
En este trabajo se pretende presentar algunos aspectos de la literatura hondureña
contemporánea y también describir parte de la obra de Jorge Luis Oviedo, un escritor
contemporáneo. Para este efecto, se presenta en el primer capítulo una breve sinopsis del
desarrollo de la literatura hondureña. Se discute la importancia de recuperar, o por lo
menos, reconocer, la tradición literaria precolombina como parte de la literatura nacional.
También se discuten aquí los demás períodos literarios, como el colonial y el de la
viii
Reforma Liberal. El capítulo cierra con un recuento de los eventos del siglo veinte que han
influenciado la temática y el estilo de la literatura de las últimas décadas.
En el capítulo II se introduce a Jorge Luis Oviedo y se analizan algunos aspectos
de su obra. Se da especial énfasis a los esfuerzos del autor por representar la realidad
cotidiana en su trabajo. El ambiente de sus relatos, la caracterización de sus personajes,
así como el lenguaje en que estos se expresan se discuten en relación al compromiso de
Oviedo por reproducir para el lector la realidad hondureña.
El tercer capítulo recoge los elementos históricos que han servido de inspiración a
Oviedo para crear sus relatos. Se enfatiza una discusión del Caríato, del período de la
dictadura militar y del período de la doctrina de la seguridad nacional, ya que estos son
temas recurrentes para el autor.
En el cuarto y último capítulo se han analizado tres de las novelas de Jorge Luis
Oviedo- La Gloria del Muerto, La Turca y Como mi General no Hay Dos - como
representaciones de la realidad hondureña. El análisis de las obras no es uniforme, es decir
que no se discuten los mismos aspectos para todos los textos, ya que cada uno enfoca un
ángulo diferente de la realidad hondureña que Oviedo ha querido representar.
Espero que el presente trabajo sea de utilidad para todos aquellos que quieran conocer o
ampliar su conocimiento de la literatura hondureña. Gracias a autores como Oviedo, esta
literatura se mantiene viva, evolucionando y llenando un vacío que se produce como
consecuencia de una realidad que a primera vista parecería irreconciliable con la literatura.
1
CAPITULO I
BREVE HISTORIA DE LA LITERATURA HONDUREÑA
La literatura hondureña, al igual que el marco geográfico en que se ha producido, ha
ido desarrollándose en diferentes etapas, de acuerdo a los diferentes procesos sociales y
culturales por los que el país ha atravesado. Ciertas características específicas al territorio
hondureño han influido para producir obras literarias que de una u otra forma reflejan la
realidad nacional existente en un determinado momento histórico.
En este sentido la literatura hondureña no es muy diferente del resto de la literatura
latinoamericana. El primer contacto, la colonia, la lucha por la independencia y las
dictaduras son todos elementos comunes a la mayoría del continente americano. En
Honduras, al igual que en el resto de latinoamérica, estos factores políticos y sociales han
sido una fuente de motivos para la creación literaria. Estos motivos se presentan a
continuación en una breve discusión de los diferentes períodos de la literatura hondureña.
Algunas consideraciones sobre el período indígena
Tradicionalmente en Honduras, al igual que en el resto de Centro América se ha
considerado el arrivo de los conquistadores españoles en 1502 como el momento en que se
inicia el desarrollo de la cultura en general y de la literatura en particular. Sin embargo,
estudios recientes de la literatura hondureña, como el del poeta Rafael Heliodoro Valle,
reportan una riqueza cultural hondureña previa a 1502. De acuerdo a Valle
[s]i ha habido en Centro América un auténtico clima de cultura, ello fue
antes de la llegada de Colón a las playas de Honduras en 1502. En la
América antigua el maya tuvo en Copán su metrópoli poderosa, antes de
2
que surgieran Palenque y Chichén, Uxmal y Tulum y sólo después de que
Tikal entrase en apogeo y su nombre quedase eternizado en piedras ilustres
que la proclaman émula de Copán... (3).
Valle exalta aquí la riqueza cultural de la civilización indígena hondureña más conocida: los
mayas. La cultura maya ciertamente incluye los grandes monumentos de piedra y las
múltiples piezas de alfarería cuyo clímax puede apreciarse en las famosas ruinas de Copán
en el occidente del país. Sin embargo, es importante aclarar que la cultura precolombina
hondureña no era exclusivamente maya. Varios otros grupos indígenas habitaban el resto
del país y producían su propia expresión cultural. Grupos como los lempas, los pipiles y
los xicaques son algunas muestras de la diversidad de culturas indígenas que existieron en
Honduras. Todos estos grupos indígenas compartían, además de la arquitectura, la
alfarería y la orfebrería, la producción literaria. El único incoveniente de esta literatura
precolombina es su naturaleza oral, la que impidió que se preservara hasta tiempos
modernos. A este respecto dice Carías:
...indudablemente los pueblos indígenas y no sólo los de las altas culturas
copanecas, los lencas, sin duda, los chorotegas y los sumos cantaban y
contaban. ¿Qué se hizo todo aquello? Aquí vemos la necesidad de la
escritura para preservar la producción de un pueblo (50).
Evidentemente que para Honduras la pérdida de la expresión literaria precolombina ha
significado una limitante en su identificación con una cultura eminentemente regional.
El grado de mesticidad del país también ha contribuido a la pobre difusión del
pasado indígena. Echeverry-Gent reporta que un 90% de la población hondureña es
mestiza y que solamente un 7% es indígena (96). Entonces solamente una pequeña
minoría puede llamarse a sí misma descendiente directa de los primeros habitantes del
país. De esta pequeña minoría muchos han perdido ya su lengua ancestral y con ella la
3
posibilidad de recuperar la tradición oral. Algunos esfuerzos se han realizado por
recuperar un poco de las antiguas expresiones literarias hondureñas. Uno de tales
esfuerzos es Tradición oral de Yamaranguila, una antología de literatura oral
precolombina de donde “es factible entresacar lo indígena, lo más primitivo, anterior al
coloniaje, esto para contribuir al conocimiento de aquellas sociedades, del espíritu de esas
sociedades no siempre tangibles en los restos arqueológicos” (Carías 51). Los autores de
este trabajo han querido entonces validar la presencia de una tradición literaria que por
desconocida ha sido también considerada como inexistente.
Para comprender mejor la pérdida de la tradición oral precolombina también es
importante considerar las diferentes condiciones sociales y económicas que se dieron
antes de la llegada de los españoles al país. Tales condiciones fueron factores que
impidieron la prevalencia de la literatura precolombina. También, a través de los siglos, la
fusión casi completa de lo español con lo nativo influenció la pérdida de una gran parte de
la literatura indígena, la literatura con la cual debiera iniciarse la historia literaria
hondureña.
Otro factor importante que limitó el desarrollo de la literatura hondureña durante
los primeros años que siguieron al primer contacto fue la relativamente pequeña población
de Honduras en ese momento. Valle reporta que
[a]l aparecer en escena el español no hubo [en Honduras] drama económico
y social como en el Anáhuac, ni conflicto entre dos culturas. Fue más la
discordia entre los nuevos señores que en territorio de Honduras parecieron
darse cita desde rumbos diversos, que la resistencia de los caciques
aborígenes (4).
4
El estado de decadencia en que se encontraban muchas de las culturas precolombinas
aceleró el proceso de asimilación con la nueva cultura, al mismo tiempo que eliminó la
posibilidad de una transición de la literatura oral a la escrita.
El período colonial
Ante la ausencia de una tradición literaria precolombina Honduras entonces ha
asimilado como suyo lo producido por los primeros colonizadores españoles. Tal
producción consiste básicamente de relatos y reacciones inspirados en los colonizadores
por la naturaleza y las costumbres del nuevo territorio. Muy poco de lo producido por
los primeros conquistadores puede considerarse como literatura.
El caso de Honduras también fue diferente al de Guatemala o Nicaragua donde los
evangelizadores españoles recuperaron parte de la tradición oral en trabajos como el Popol
Vuh. En Honduras, los jesuitas y demás misioneros realizaron una labor en la que la
literatura no desempeñó un papel sobresaliente. El período colonial, durante el cual la
producción literaria fue también mínima, no difiere mucho del período anterior. La
producción literaria durante la colonia fue también mínima. Las razones para ello pueden
trazarse en parte a las condiciones climatológicas y geográficas del territorio hondureño
que no permitían una fácil comunicación con los centros urbanos.
En analogía, el ambiente cultural era, en el mejor de los casos, pobre. Durante la
colonia no se contaba todavía con bibliotecas y el sistema educativo era precario. Valle
considera esto como uno de los factores determinantes de la poca producción literaria de
esta época (9). En marcado contraste con Guatemala y Nicaragua, que ya contaban con
las universidades de San Carlos y León respectivamente, Honduras carecía todavía de
educación primaria estructurada. Los criollos interesados en ampliar sus horizontes tenían
5
que emigrar a uno de los países vecinos para continuar sus estudios. Otros se
autoenseñaban a leer el inglés y el francés para mantenerse informados de las tendencias
culturales predominantes.
Los únicos autores sobresalientes de esta época son el sabio Valle y el Padre
Reyes. José Cecilio del Valle, conocido como el sabio Valle, nació en Honduras y a los
trece años se trasladó a Guatemala, donde residió hasta su muerte. A pesar del poco
tiempo que vivió en Honduras el sabio Valle es considerado como el hondureño más
ilustre de su época. Valle se refiere a él como “la más alta personalidad de la historia
intelectual de Honduras” (32). Tal honor se le ha concedido a partir de la época de la
Reforma Liberal cuando se inició “una cuidadosa labor de recuperación de su persona, más
que de su obra” (Carías 55). Por esta razón el sabio Valle es incluído entre los próceres no
sólo centroamericanos sino también Hondureños.
El otro hondureño sobresaliente en las letras hondureñas durante la colonia fue el
presbítero José Trinidad Reyes, mejor conocido como el Padre Reyes, quien es
considerado como el más valioso propulsor de la cultura durante la colonia. A él se le
deben contribuciones tales como la introducción del piano, la fundación de la universidad,
el primer libro de texto y, más importante en este contexto, lo que puede considerarse
como la única literatura de la época. En sus trabajos “ya empiezan a percibirse los
elementos cultos, la personalidad del autor todavía no decantada en Honduras” (Carías
57). La obra del Padre Reyes está compuesta por doce pastorelas “que le sirvieron de
vehículo poderoso para transmitir ideas y emociones en una Arcadia llena de odio, de
sangre y de infelicidad...” (Valle 13). Las pastorelas están situadas en el ciclo de Navidad
y no se caracterizan tanto por su condición de obras teatrales como por sus tintes
populares (jolgorio de fiestas, representación estudiantil bufa, chascarrillo). Al parecer,
estas obras iban más de acuerdo con la cultura oral de “plaza, templo y mercado” que
6
caracterizaba a la sociedad hondureña colonial (Carías 55, 57). De esta manera Reyes
supo identificarse con su público, al mismo tiempo que producía las primeras obras
literarias desde la llegada de los españoles.
Puede concluirse entonces que la época colonial en Honduras fue una época casi
estéril cultural y literariamente donde solamente sobresalen dos escritores. El período
post-independentista, conocido como la Reforma Liberal trajo consigo un mayor
desarrollo económico y cultural y un cambio radical en la literatura hondureña.
Período de la Reforma Liberal
Durante aproximadamente los primeros cincuenta años que siguieron a la
independencia de España en 1821, la literatura hondureña se mantuvo casi tan
improductiva como durante las épocas anteriores. Además del sabio Valle, quien continuó
escribiendo, también surgieron próceres como Francisco Morazán, Dionisio de Herrera y
José Trinidad Cabañas quienes desempeñaron una labor periodística y ensayística
sobresaliente pero no llegaron a producir poesía o ficción. No es sino hasta la instauración
de la Reforma Liberal en Honduras (1876-1911) que la literatura hondureña comienza a
tomar auge.
La Reforma Liberal fue iniciada por Marco Aurelio Soto y el escritor Ramón Rosa.
Con el objetivo de impulsar el progreso del país, ambos líderes se concentraron en la
búsqueda de capital extranjero que más tarde dio paso a los enclaves bananeros y mineros
que convirtieron a Honduras en una economía dependiente. En el aspecto cultural, sin
embargo, la labor de Soto y Rosa fue más efectiva. Entre sus logros se encuentran la
introducción del telégrafo, la organización del correo, la fundación del archivo nacional , de
la biblioteca nacional y la creación de varios códigos como el civil, el penal y el de
7
instrucción, además de la organización permanente del sistema educativo. La influencia de
Rosa como hombre de letras se manifestó en un mayor apoyo a las actividades literarias.
Al mismo tiempo que la Reforma Liberal ocurría en Honduras, el modernismo
estaba expandiéndose en el ámbito universal. Las consecuencias de estos dos factores
fueron sumamente beneficiosas para la literatura hondureña. Carías comenta que
[d]e la Reforma Liberal a nuestros días, a partir del modernismo, la
literatura, dentro de las características propias de la sociedad hondureña
pasa a ser una actividad reconocida, con su propia esfera de producción y
de problemas (58).
Los escritores de la época comenzaron a ser respetados como tales y su obra se difundió
dentro del país a través de actos cívicos y veladas en que sus trabajos eran repetidos,
recitados o comentados. Muchos de los autores del momento se trasladaron a otros
países donde se dieron a conocer al público como escritores hondureños. Los trabajos de
estos nuevos autores, permeados de la calidad literaria del modernismo, se volvieron más
universales. El cambio fue de tal profundidad que aún la representación física de los
trabajos cambió y los libros comenzaron a ser editados e ilustrados con refinamiento.
Algunos escritores sobresalientes del período de la Reforma Liberal fueron Juan
Ramón Molina, poeta y cuentista; Doña Lucila Gamero de Medina, una de las primeras
novelistas; Froylan Turcios, Rafael Heliodoro Valle y Alfonso Guillén Zelaya, poetas y
ensayistas. Una gran parte de su mérito está en que todos pueden ser considerados como
los primeros escritores hondureños, nacidos en Honduras y, aunque muchos se
trasladaron a otros países, continuaron escribiendo para Honduras. El período de la
Reforma Liberal significó entonces un gran salto para la literatura hondureña del siglo
XIX. El siglo XX por su parte trajo consigo nuevos desafíos y cambios para los
escritores nacionales.
8
Siglo XX: dictadura y regimen militar
Al iniciarse el siglo XX los escritores hondureños, después de su exposición al
modernismo de Darío, continuaron asimilando las nuevas tendencias literarias. La mayoría
de los miembros de la generación de la Reforma Liberal eran poetas, por lo que durante
este período la poesía sobresalió más que los otros géneros literarios. Doña Lucila
Gamero de Medina fue la única escritora de este período que continuó escribiendo
novelas, todas ellas con un fuerte trasfondo romántico. León Gómez comenta que
Gamero de Medina, a pesar de la poca difusión de su obra, ha llenado una época dentro de
la narrativa hondureña al expresar en sus obras una preocupación por los problemas
sociales, políticos, religiosos y doctrinarios de su tiempo (54). La narrativa y el ensayo,
por otra parte, no se desarrollaron en la misma medida.
La mayor parte de la narrativa de principios del siglo XX es “breve” y con una
“cercanía muy evidente a la crónica periodística” (Oviedo 7). Oviedo también atribuye
que la predominancia del estilo de crónica se debe posiblemente a que la mayoría de los
escritores que producían narrativa se dedicaban también al periodismo, de allí la brevedad
de sus relatos. Otro factor mencionado por Oviedo y que refleja la tradición cultural
hondureña es “la influencia (por contacto) del relato oral, en el cual, el narrador (cuentero)
asume, en la mayoría de ocasiones, una posición de cronista” (Oviedo 7). Es necesario
recordar que Honduras, hasta bien entrado el siglo XIX, contaba más que nada con una
literatura popular de dichos, refranes e historias heredados de los ancestros indígenas y
modificados por la influencia española. De allí que los primeros inicios de la literatura
“culta” trataran de reproducir ese tipo de literatura. En este sentido puede verse una
temprana tendencia por reproducir en la literatura, tan fielmente como fuera posible, la
realidad cotidiana.
9
Durante las primeras dos décadas del siglo XX el desarrollo de la poesía en
Honduras fue muy similar al de los demás países latinoamericanos. La producción poética
se volvió más sensible a los acontecimientos mundiales que pusieron en tela de juicio al
modernismo. La guerra civil española y las dos guerras mundiales son tragedias que dieron
lugar al vanguardismo. En Honduras esto no solamente significó una variedad de
movimientos literarios sino también mayor accesibilidad a los mismos por parte del
público. Es así como surgieron, alrededor de 1914, las primeras revistas literarias
hondureñas, El Pensamiento y Esfinge, que comenzaron a ser publicadas bajo la dirección
de Froylán Turcios y Alfonso Guillén Zelaya (Herranz 223). Este último escritor es
considerado por Herranz como el primero en hacer poesía social en Honduras (234).
La literatura no fue el único aspecto en que Honduras siguió los pasos de los
demás países latinoamericanos. Su situación política también emuló la de sus vecinos, al
iniciarse en 1933 la dictadura de Tiburcio Carías Andino. Este período, aunque significó
una época dura y represiva para el país, resultó tener un efecto prolífico en la literatura.
Escoto considera que fue durante estos años que la novela hondureña se volvió profusa en
su producción debido más que todo a mayores facilidades de comunicación y contacto con
otros países que al apoyo del gobierno (214). Sobre las características de la mayoría de
los trabajos del período dice Escoto:
estas novelas carecen de sentido crítico o siquiera de una revelación
aproximada de lo que entonces ocurría en el país. Nuevamente el leit motiv
[sic] es el campo y la vida rural, un abundante erotismo generalmente seco
y breve así como conducido por escenas donde lo involuntario del amor,
por parte de la mujer, deja asomar una insistente predilección por la
seducción violenta, rápida, inconsecuente... (214).
10
El cuento parece seguir la misma ruta de la novela. Oviedo reporta que aunque los
cuentistas del período 1933-49 ejercieron su influencia hasta la década de los cincuenta
“[e]l ejercicio de la represión aunque fue efectivo durante toda la dictadura, muy poco
aparece retratado en nuestros narradores” (10). Los temas se centraron alrededor de
“guerras civiles, montoneras bipartidistas” y “lucha por el poder.” De acuerdo a este
mismo autor, los cuentistas de la generación de la dictadura “no logra[n] una cabal
interpretación, ni siquiera una construcción testimonial de dicha época” (11), es decir, que
fallaron en transmitir al lector una noción de la realidad que se estaba viviendo. Dentro de
la poesía se da casi el mismo fenómeno. Al respecto dice Roberto Sosa:
En su conjunto la Generación de la Dictadura aparece como un grupo
pasivo a la acción del gobierno de Carías. No consiguieron generar un
cuestionamiento del proceso político que les tocó vivir por medio de una
obra seria en la cual se reflejara a nivel verbal, aislado y abstracto (230).
Las obras de la generación de la dictadura, aunque no reproducen o critican la realidad,
tienen el mérito de haber renovado la poesía hondureña, la cual se había apegado
demasiado al modernismo. Al mismo tiempo, la generación de la dictadura ejerció su
influencia en los poetas de los años cincuenta.
La época de la dictadura es entonces un período durante el cual la literatura, pese a
que no había alcanzado la madurez y el desarollo para ser trascendental, sí había tomado
un mayor auge. Los autores entraron más en contacto con el mundo exterior y trataron de
integrar su trabajo al mismo. Sin embargo, no fue sino hasta la década de los cincuenta
cuando, según Rigoberto Paredes, se da “la primera manifestación literaria de talante
innovador y crítico” (73). Estos poetas, que escribieron entre 1950 y 1965 han sido
clasificados por León Gómez como un grupo marcadamente diferente a la generación de la
dictadura (139). Paredes atribuye la diferencia entre ambos grupos al profundo impacto
11
que el imperialismo norteamericano tuvo no sólo en Honduras sino en Centroamérica.
Hubo obviamente mucho progreso material a nivel nacional (más exportaciones, desarrollo
industrial, crecimiento del Producto Interno Bruto) pero eso no significó que todos los
ciudadanos fueran capaces de satisfacer sus necesidades básicas. La desigualdad social se
volvió más evidente. Los escritores de la generación del cincuenta se identificaron
entonces con los sectores que se mantenían al margen del apogeo económico y
comenzaron a escribir obras que implicaban “una crítica disidencia frente a los modelos
culturales hegemónicos” (Paredes 76).
Al contrario de los miembros de la generación de la dictadura que escribieron
mucho y, en muchos casos, con calidad literaria pero que fallaron en hacer una crítica
abierta sobre el dolor representado en sus obras, los escritores de los años cincuenta
abandonaron la “rusticidad aldeana” y escribieron en “[u]n lenguaje desenvuelto, sugestivo
de laboriosa disposición linguístico-formal pero fielmente acuñado por las pulsaciones
sociales” (Paredes 76). Ejemplos de esta nueva actitud en la literatura son, en cuento,
Eduardo Bahr con Fotografía del Peñasco; Julio Escoto con Balada del Herido Pájaro;
Marcos Carías con La Ternura que Esperaba. En novela sobresalen Paca Navas de
Miralda con Barro y Ramón Amaya Amador con Los Brujos de Ilamatepeque . En el
campo de la poesía sobresalió Roberto Sosa con Los Pobres. La madurez literaria de los
años cincuenta se ha mantenido presente durante la segunda mitad del siglo XX, como lo
demuestran los autores y obras surgidos a partir de la década de los sesenta.
En 1963 se inició en Honduras la dictadura militar, con lo cual el ejército se volvió
la fuerza más poderosa del país. Tal situación no cambió ni siquiera con el retorno al
sistema de elecciones libres en 1981. Sobre el período de la dictadura militar Escoto opina
que “apaga el ascenso literario que había podido observarse en años anteriores” (219).
Paredes difiere en su opinión y considera que la dictadura militar es “un período de
12
inusitada agitación cultural” (80), debido más que todo a que Centro América se vuelve
prominente a nivel mundial con eventos como la guerra Honduras-El Salvador, las
negociaciones del Canal de Panamá y la Revolución Sandinista. Todos estos eventos
históricos dieron lugar a que los escritores del área convergieran en esfuerzos y produjeran
más. Escritores hondureños como Bahr, Escoto, Carías y Sosa continuaron produciendo
trabajos en la misma línea de la década anterior. También surgió como escritor durante esta
época, más específicamente en los años 70, Roberto Castillo quien cultiva principalmente el
cuento (Figuras de Agradable Demencia, Subida al Cielo y Otros Cuentos) pero que
también escribe novela (El Corneta).
A manera de crítica de la obra de los setenta dice Paredes: “[hay] estricto dominio
del oficio, poder de invención e innovación semántico-estilístico...la inserción de crítica,
solidaria, en el proceso histórico social” (80). Este mismo ambiente de efervescencia
literaria parece haberse mantenido a lo largo de la década de los ochenta con la aparición no
sólo de nuevos poetas y escritores de ficción sino también de investigadores y críticos
literarios. Salinas Paguada que la generación de la década de los ochenta se caracteriza “por
el cultivo de una literatura nacional comprometida, tanto a nivel de escritura, como a nivel
temático, produciendo obras de gran valor literario” (96). León Gómez también considera la
producción literaria de esta generación, especialmente la novela, como de mejor calidad y
con mayor influencia del vanguardismo (129). Autores como Edilberto Borjas, Horacio
Castellanos Moya y Roberto Quesada son solamente algunos de los miembros de este
grupo de nuevos escritores. A sus nombres debe agregarse el de Jorge Luis Oviedo quien ha
cultivado casi todos los géneros: poesía, cuento, novela e investigación literaria. En sus
libros se nota una constante referencia al contexto histórico, político y militar que refleja
fielmente las tendencias actuales de la literatura hondureña. La obra de Oviedo puede
considerse como representativa de las tendencias actuales de la literatura hondureña.
13
CAPITULO II
JORGE LUIS OVIEDO: POETA DE LO COTIDIANO
Un escritor polifacético
Jorge Luis Oviedo sobresale en la esfera literaria hondureña como uno de los más
talentosos escritores contemporáneos. Su versatilidad como autor se evidencia en su
incursión en múltiples campos literarios. Oviedo ha publicado poesía, cuento breve, novela
corta y también ha hecho investigación bibliográfica y crítica literaria. En total ha publicado
más de diez obras distintas, parte de las cuales ha sido traducida al inglés, el griego, el
alemán y el italiano. Su trabajo también se ha difundido en Latinoamérica y Europa a través
de trabajos suyos o sobre su obra que han sido publicados en diferentes libros y revistas,
como el artículo de Claudio Soriano, “Jorge Luis Oviedo, trabajador de la cultura
hondureña”, publicado en El Nacional de Ahora de República Dominicana. Revistas
literarias como Ojuebey, Casa de las Américas, Insula y Hojas Universitarias también han
dedicado espacio a promover al autor hondureño. Asismismo varios diarios
latinoamericanos importantes como el Excelsior de Méjico, El Espectador de Bogotá y
Barricada de Nicaragua han contribuido a dar a conocer a Oviedo. Oviedo también ha sido
reconocido por la calidad de su trabajo con el Premio Centroamericano de Poesía
Universidad de Panamá y el Premio Centroamericano de Cuento Universidad de Panamá,
otorgados simultáneamente en 1982 por sus libros Aproximaciones (poesía) y La muerte
más aplaudida (cuento).
Originario de La Libertad, en el departamento de Comayagua, Oviedo ha estado en
contacto con la literatura desde temprana edad. El autor reporta que de niño tuvo “acceso a
lecturas generales de todo tipo” (Ramírez 77). Más tarde, como estudiante de secundaria
14
dedicaba sus horas libres a la lectura de autores latinoamericanos. Sin embargo, no fue sino
hasta que ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras que decidió dedicarse al
estudio de la literatura, para lo cual rechazó una beca de la escuela de medicina y se inscribió
en la carrera de letras. Actualmente desarrolla su actividad literaria en adición a sus
responsabilidades como maestro de educación media y catedrático universitario.
Algunas influencias en su obra
Aunque Oviedo ha escrito varias obras de poesía, en este trabajo se discutirá
solamente su narrativa.
Como se mencionó anteriormente, Oviedo ha estado siempre en contacto con la
literatura latinoamericana y es allí donde pueden encontrarse la mayoría de sus influencias,
especialmente la del autor guatemalteco Augusto Monterroso.
La influencia de Monterroso, a quien Cluff ha señalado como el maestro de la obra
brevísima (54), puede ser considerada como la más sobresaliente en Oviedo, puesto que
una de las características distintivas del trabajo de este último es su brevedad. La lectura de
La muerte más aplaudida, la primera publicación narrativa de Oviedo, presenta al público
con 27 viñetas1 las más extensas de las cuales abarcan poco más de una página. Es en este
libro donde pueden encontrarse los ejemplos más representativos de la brevedad narrativa
del autor hondureño, como es el caso de “Ignorancia positiva”: Cuando el coronel perdió la
cuenta de los muertos, paró los fusilamientos. Estaba seguro que los números se habían
terminado para siempre (Oviedo, Muerte 16). En este ejemplo, solamente dos oraciones
constituyen el cuento y sugieren una relación con la técnica narrativa de Monterroso, cuyo
1"Any brief composition or self-contained passage, usually a descriptive prose
*sketch, *essay, or *short story" (From: Baldick, Chris. The concise Oxford
dictionary of literary terms. Oxford: Oxford University Press: 1990).
15
relato más breve, “El dinosaurio” consiste de una sola oración: “Cuando despertó, el
dinosaurio todavía estaba allí” (7). El resto de la obra de Oviedo también se caracteriza por
su brevedad, aunque sigue siendo La muerte más aplaudida la más breve.
Aunque Oviedo no ha mencionado específicamente la influencia de Monterroso
en su propio trabajo, sí es posible inferir que el autor hondureño está familiarizado con
el estilo del autor guatemalteco. En su introducción a su Antologia del cuento
hondureño, Oviedo sugiere la influencia de Monterroso en la obra del escritor hondureño
Pompeyo del Valle, lo cual indica que Oviedo tiene cierto conocimiento de la técnica y el
estilo de Monterroso (Ramírez 7). Entre las influencias que Oviedo ha mencionado
personalmente se encuentran la de Juan Rulfo y la de Gabriel García Márquez.
Específicamente fueron El llano en llamas y Los funerales de la mamá grande, ambos
colecciones de cuentos, los que inspiraron a Oviedo a escribir sus primeros relatos.
Oviedo aclara que el aspecto de estos autores que más le influenció fue el tratamiento
que ambos dan a la realidad en sus cuentos. Al entrar en contacto con ellos, Oviedo
descubrió que “la realidad [cotidiana] era un material del cual se podía hacer literatura”
(Ramírez 7). Por ejemplo, la realidad común Latinoamericana del cacique rural y su
eventual derrota es abordada en forma similar por Rulfo y Oviedo. En Pedro Páramo,
Rulfo cierra la narración con la muerte del cacique local a manos de uno de los muchos
individuos a quienes había oprimido:
[Pedro Páramo] se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo
intento de caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por
dentro; pero sin decir una palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se
fue desmoronando como si fuera un montón de piedras (195).
16
El cacique acaba sus días “suplicando por dentro”, totalmente indefenso ante la venganza de
su asesino. Ramón Castro, el cacique local en La gloria del muerto también tiene un final
caracterizado por la impotencia del protagonista ante el odio de sus víctimas:
Y sobresalía, entre toda aquella ridiculez producida por el maquillaje de su
rostro, el peinado de su cabellera, el collar de madera semajando [sic] sus
órganos sexuales, las botas y la oscuridad de su pelambre, cuando lo vimos
de espaldas, la figura nítida de una rosa blanca que con mucho tacto y buen
sentido del humor le habían colocado en el culo (75).
En el caso de Ramón Castro la venganza es llevada más allá. No termina convertido en un
montón de piedras sino en un personaje grotesco y ridículo.
La influencia de García Márquez en Oviedo esta puede verse en el tratamiento que
ambos autores hacen de la realidad. Un ejemplo de se aprecia en la forma en que García
Márquez y Oviedo escriben sobre el muy común y cotidiano asunto de jovencitas que
desaparecen, supuestamente con sus enamorados. En Cien años de soledad García Márquez
eleva a Remedios, la bella a los cielos y crea la conmoción necesaria para este evento, pero
también introduce la duda: “Los forasteros, por supuesto, pensaron que Remedios, la bella,
había sucumbido por fin a su irrevocable destino de abeja reina y que su familia trataba se
salvar la honra con la patraña de la levitación” (280). Oviedo logra un efecto similar en su
cuento “La cara del espejo” donde los padres de Rosaura, la protagonista inician una
búsqueda intensa por el pueblo, convencidos de que su hija se ha fugado con su novio
Julián. Cuando por fin se dan por vencidos regresan a casa para encontrar a Rosaura, “viva
y fresca, atrapada para siempre en la memoria del cristal” (79).
Como en los ejemplos citados anteriormente, la influencia de Monterroso, Rulfo y
García Márquez puede sentirse en otros relatos de Oviedo. Estas influencias de ninguna
manera disminuyen el mérito de la obra del autor hondureño; al contrario, la enriquecen.
17
Como sugiere Ramírez “Oviedo escribe con la habilidad de alguien que, aunque reconoce su
nutrición en la lectura de quienes tienen ya un nombre en la literatura hispanoamericana,
puede tomar algunos modelos y aplicarlos con gran acierto al tema que desea tratar” (7).
Oviedo ha sido capaz de extrapolar la técnica y el estilo de sus predecesores y de aplicarlos
a su realidad, que es la misma realidad hondureña, con un estilo propio y novedoso. El
trabajo de Oviedo encaja perfectamente con la realidad que lo inspira. A este respecto el
autor opina que no podría, aunque quisiera, escapar a su realidad ya que el existencialismo
de la sociedad hondureña, como parte del tercer mundo, no es metafísico, sino más bien
afincado en la realidad (Ramírez 111). El hambre, la salud, la educación y los derechos
humanos son preocupaciones permanentes de la sociedad hondureña y Oviedo, en su misión
de transformar la realidad en literatura, tiene que incorporarlas a su obra.
Jorge Luis Oviedo y la teoría literaria
El interés inicial de Oviedo por “hacer literatura” partiendo de la realidad cotidiana lo
llevó más tarde a descubrir que la realidad hondureña presentaba características específicas
que se encuentran arraigadas en la desigualdad social y el abuso del poder. Desde este
contexto puede verse el trabajo de Oviedo como una expresión de la teoría marxista. Una
revisión de la descripción que Bonnycastle hace del marxismo confirman esta sugerencia:
Marxist criticism pays a lot of attention to the social structures that
allocate power to different groups in society. Marxist critics often judge
literature by how it represents the main struggles for power going on at the
same time it was written, and by how it may influence the issues.
Marxists often applaud works of literature that seem likely to have the
social or political results they desire (165).
18
La mayoría de los relatos de Oviedo son una representación de la lucha por el poder y de la
opresión. Al momento de su publicación en la decada de los ochenta y principios de los
noventa, los trabajos de Oviedo confrontaban la realidad que se estaba viviendo y que
incluía la opresión y la violación de los derechos humanos. Un ejemplo de la representación
de la desigualdad del poder aparece en la trama de “Los encuentros”, un relato en que dos
amigos de la infancia se reencuentran más tarde como adversarios: uno es capitán del ejército
y representante de la opresión y el otro un huelguista y representante de las clases
populares. Los monólogos internos que Oviedo crea para cada personaje transmiten la
intensidad del conflicto. Ante una posible duda sobre lo que debe hacer, el capitán
reconsidera y llega a la conclusión de que “[s]i está aquí es por algo, a nadie se le trae por
gusto, quién lo manda a sudar calenturas ajenas” (Oviedo, Cincocuentos 33). El interrogado,
por su parte, resume en su monólogo interior los sentimientos de su grupo: “el poder lo
tiene jodido, se cree el dueño del mundo, se cree un dios, como si nunca va a morir, como si
fuera a vivir eternamente...” (Oviedo, Cincocuentos 34).
La situación presentada en “Los encuentros” no es desconocida extraña dentro de la
realidad hondureña, donde la clase obrera ha sido siempre reprimida por las fuerzas
militares. Oviedo recrea este hecho dentro de sus obras y de esa manera crea una literatura
de denuncia al transformar la realidad cotidiana en obras literarias. En este sentido Oviedo
ha dado a su trabajo la cualidad de “narotnos” o popularidad propuesta por el realismo
social soviético al transmitir en sus relatos “a high level of social awareness, revealing a
sense of the truth social conditions and feelings of a particular epoch” (Selden and
Widdowson 73). Cabe notar, sin embargo, que a pesar de haber alcanzado un estandard
propuesto por el realismo socialista, Oviedo no considera que la narrativa hondureña actual
se suscriba estrictamente a tal corriente. De hecho, Oviedo rechaza el realismo socialista
19
que proponía hacer del texto literario un instrumento de lucha ideológica (Oviedo, Antología
18). El autor recrea en sus obras la realidad pero sin la intención de producir “panfletos”.
En lo que lo se refiere al papel que la realidad juega en la literatura contempóranea,
Oviedo opina que no se da ni evasión de la realidad ni elaboración de pancartas. La realidad
ficticia para Oviedo, especialmente en lo que se refiere a los personajes de su obra, aun
cuando está imbuída en “el contexto imaginario de la fábula, es más similar a la ‘realidad
real” (Oviedo, Antología 18). Para Oviedo hay una correspondencia casi automática entre el
ambiente físico y los personajes del mundo ficticio y la realidad, de allí que este autor logre
dar una representación fiel de la realidad, creando un efecto de “realidad real” dentro de la
ficción.
Algunas características de la obra de Oviedo
Como se mencionó anteriormente, el trabajo de Oviedo está impregnado de realidad
hondureña en los planos social, histórico y político. Las características de su obra pueden
agruparse de acuerdo a tres criterios sobresalientes: el ambiente, los personajes y el lenguaje.
Estos tres criterios reflejan la fidelidad con la que Oviedo trata de representar la realidad de
su país.
El ambiente
Uno de los aspectos de la obra de Oviedo que revela su aprehensión de la realidad
hondureña es el ambiente rural presentado en sus relatos. La Biblioteca del Congreso de los
Estados Unidos reporta que de una población de casi cinco millones aproximadamente la
mitad reside en la zona rural (xvi). Oviedo representa en su obra una situación común de la
20
mayoría de los hondureños. Sus narradores y personajes se refieren al “pueblo” como el
marco geográfico de la acción. Para Oviedo parece ser muy importante la ubicación de sus
relatos en un ambiente geográfico determinado. En dos de sus relatos más extensos, La
Turca y La gloria del muerto, la ubicación de la acción se revela en la oración que abre la
narración:
La Turca fue expulsada del pueblo la madrugada del sabado 19 de julio de
1975 acusada de perturbar el orden público y corromper a los menores, por
más de trescientas mujeres histéricas y un cura encolerizado, quienes la
llevaron en andas hasta la salida del pueblo... (Oviedo, Turca 7).
En La gloria del muerto dice Oviedo: “Ramón Castro tuvo el entierro más concurrido del
pueblo porque nadie supo como él ganarse el odio de la gente...” (7).
En ambos casos la palabra “pueblo” transmite al lector la idea no sólo de una
ubicación geográfica, sino la de unidad y solidaridad. Con la apertura que Oviedo da a su
relato también está implicando que el pueblo no es solamente un lugar sino una
conglomeración de individuos que han trabajado juntos por un objetivo común.
En su introducción a su Antología del nuevo cuento hondureño Oviedo apunta que
en la literatura hondureña los relatos rurales sirven tan bien como los urbanos para el
desarrollo de la acción (18). La selección de un ambiente rural en oposición a uno urbano,
también provee a Oviedo con una atmósfera propicia para recrear el existencialismo afincado
en la realidad del que Oviedo ha hablado anteriormente. Acevedo sugiere que un ambiente
urbano se presta más para que “la dimensión individual [y] los conflictos íntimos de los
personajes” pasen a ocupar un primer plano (129). El existencialismo metafísico se vuelve
preponderante en los relatos urbanos lo cual no encaja con la realidad hondureña que Oviedo
trata de plasmar en sus relatos.
21
Los personajes
El segundo aspecto característico de Oviedo son sus personajes. Los protagonistas
de este autor son en su mayoría de extracción popular: vendedores ambulantes como La
Turca, niños de la calle como Teleño, caciques oportunistas como Ramón Castro, y
soldados u oficiales de bajo rango como el cabo Antúnez. Nuevamente, Oviedo logra
capturar con sus personajes una realidad que implica desigualdades sociales y desequilibrio
en la distribución del poder. Oviedo permite al lector acercarse y conocer más
detenidamente la cultura, el universo en que se mueven estos miembros de la sociedad
hondureña que, por ser parte de las clases bajas, generalmente son ignorados o
estereotipados. A través de Oviedo dejan de ser individuos grises cuya única característica
sobresaliente es su pobreza y marginalidad.
La importancia y el papel sobresaliente de los personajes puede explicarse a través
de acuerdo a las ideas del crítico Ferrara quien considera que tanto los objetos como los
eventos de la ficción existen de una manera u otra, gracias a los personajes (traducción mía)
(Rimmon-Kenan 35). Este parece ser el caso de las tres novelas a analizarse en este trabajo
donde incluso el título es una alusión al papel sobresaliente de los protagonistas. La Turca
hace referencia a una mujer alrededor de la cual se desarrolla la acción. La Gloria del muerto
se refiere a la narración y celebración de la muerte de Ramón Castro, el protagonista. Como
mi general no hay dos implica una exaltación del general, el personaje principal.
Al igual que hace con el ambiente, Oviedo trata de transmitir al lector la importancia
de los personajes al incluirlos en la apertura de sus relatos: “La Turca fue expulsada del
pueblo en la madrugada del sábado 19 de julio de 1975... “ (Oviedo, Turca 7); “Ramón
Castro tuvo el entierro más concurrido del pueblo...” (Oviedo, Gloria 7); “Como mi general
no hay dos, no habrá otro igual quiero decir...” (Oviedo, General 23). Todos estos
22
personajes también comparten el denominador común de ser, como lo indica Ferrara, la
razón de ser de los objetos y los eventos (35). Sin estos personajes no habría relato.
Ramírez también señala que en los relatos de Oviedo “los personajes juegan un papel
preponderante pues en ellos se encarnan ciertos prototipos de individuos que perduran en
las sociedades latinoamericcnas y alrededor de los cuales...se desarrollan las circunstancias
que al final componen la historia de estos pueblos” (41). Nuevamente, con el papel
predominate que da a sus personajes, Oviedo trata de capturar la realidad hondureña. El
lenguaje de sus personajes también es una dimensión más de la conexión que el autor hace
entre la realidad y su literatura.
El lenguaje
El tercer aspecto común en los trabajos de Oviedo es el lenguaje. Al respecto dice el
autor: “en mi obra se not[a] una búsqueda del aspecto plástico del lenguaje en cuanto a la
construcción de imágenes que busca tener un aliento poético” (Ramírez 80). Un ejemplo de
este efecto poético se encuentra en “Teleño, el niño que conocía el mar”:
Teleño decía globos y todo se volvía armar, conseguir papel periódico,
cabullas, trapos viejos, robar el alambre de las construcciones, sobornar a
Miguelito el de la gasolinera para que nos regalara gas para los candiles,
escribir con algún viejo marcador nuestros nombres que apenas se
apreciaban, inundar el atardecer con una pequeña lluvia de estrellas fugaces
que se tornaban pequeñas luminarias en las alturas...(Oviedo, Teleño 17-8).
Oviedo puede dar el efecto armónico y poético a su lenguaje cuando éste sirve los
propósitos descriptivos de un narrador omnisciente. Cuando el narrador es también uno de
los personajes de la historia Oviedo es capaz de mantener un balance entre la armonía del
23
lenguaje y el reflejo de la realidad cotidiana. Es decir, que en sus relatos Oviedo incorpora el
lenguaje hondureño de una manera que no disminuye el valor artístico de la obra. A este
respecto dice el autor:
Yo considero la mayoría de mis relatos como marcadamente realistas...en
cuanto a que hay una intención bastante directa, a nivel de interpretación y
de plasmación, de dejar constancia de lo que ha sido la vida en un momento
determinado. Entoces el lenguaje se vuelve precisamente un elemento de
primer orden en esa circumstancia, porque es a través de él como esa
realidad puede trascender de una manera más auténtica (Ramírez 98).
Oviedo tiene como propósito recuperar la realidad y perpetuarla en sus trabajos. Para
lograr este objetivo el autor hace uso de hondureñismos en sus textos. Quizá el ejemplo más
significativo de esta tendencia es el que se encuentra en el monólogo del cabo Antúnez,
personaje de Como mi general no hay dos: “...Lo que soy yo, de asuntos de guardar, sólo el
monis, el pistacho, como dice un sobrino mío que es colegiante del central, habla como
bayunco el muy pendejo, supongo que a usted también le gusta la plata, las rolas como dice
mi vieja, y a quién no...” (Oviedo, General 27). El cabo Antúnez, como muchos otros
personajes de Oviedo, usa un lenguage que el autor llama “de uso diario”, compuesto por la
jerga de estudiantes, soldados, y demás personajes de la vida cotidiana. El uso del lenguaje
cotidiano se vuelve un elemento imprescindible de la caracterización de los personajes,
agregando por lo tanto, mayor realismo a la obra de Oviedo.
El autor también aclara que en el caso particular de Honduras no existe una marcada
distinción entre el habla culta y el habla popular, especialmente en la zona rural que es el
marco de la mayoría de sus relatos (Ramírez 98). Por lo tanto, es válido decir que el
lenguaje de los personajes de Oviedo son una representación fidedigna del habla cotidiana
hondureña.
24
Además de los hondureñismos, el lector de Oviedo se encuentra con la presencia de
lenguaje soez o “malas palabras” en los textos de este autor: “...pero ese día en que la lógica
salió mal parada, esa mañana ese domingo, porque nos vengamos como a nosotros nos
estaba saliendo de la verga vengarnos” [énfasis mío] (Oviedo, Muerte 34). El personaje
recién citado es el narrador del texto y la expresión usada transmite la carga emocional
implícita en su enfrentamiento con el opresor. Al respecto del lenguaje soez, Hynes, en su
análisis de Clarissa, encuentra que dicho lenguaje generalmente tiene dos usos dentro de la
literatura. Uno de los usos es “to demonstrate one's authority and influence” (313). Varios
protagonistas de Oviedo sirven como ejemplo de este uso del lenguaje soez. Por ejemplo,
Ramón Castro hace un despliegue de “malas palabras” al dar información sobre uno de sus
prisioneros: “Con que sos familia de ese cabrón...Lo único que aquí se sabe es que ese
pendejo de tu hermano es un cuatrero, un bandido, un delincuente...” (Oviedo, Muerte 27,
28). El protagonista deja constancia de su posición de superioridad ante su interlocutor con
el uso de términos peyorativos para referirse al prisionero. El cabo Antúnez, aunque es un
miembro de bajo rango dentro de la institución militar, también se considera a sí mismo
investido de poder, probablemente por su proximidad al general. El cabo, al igual que
Ramón Castro usa el lenguaje soez para referirse a aquellos que él considera que deben ser
reprimidos: “...cuando los agarraron en Olancho, a esos dos [subversivos] también los
colgaron de la telita de los guevos, para ver si en realidad eran vergones, y sabe qué, se
cagaron, por esta cruz, se cagaron los semejantes maricas...” (Oviedo, General 45).
El otro uso del lenguaje soez en la literatura es el de mostrar indignación ante los
eventos relatados (Ramírez 18). Por ejemplo, el narrador de La gloria del muerto también
hace uso del lenguaje soez al relatar las expediciones a que tenía que asistir con el general y
que casi siempre tenían que ver con el rastreo y la persecusión de subversivos, incluso bajo
25
condiciones inclementes: “...una oscuridad en la que no podía verse ni los dedos carajo qué
mierda de días...” (Oviedo, Gloria 9).
Puede verse entonces como Oviedo, al construir sus relatos, no ignora el papel que el
lenguaje soez juega en la vida diaria. Sin caer en un uso excesivo que raye en la obscenidad,
el autor logra expresar la realidad cotidiana con mayor fidelidad. En este sentido Oviedo
hace una distinción entre una realidad grotesca y una realidad refinada (Ramírez 101). Las
condiciones de opresión, de terror y de desigualdad representadas en relatos como La gloria
del muerto o en Como mi general no hay dos califican como esa realidad grotesca y, de
acuerdo a Oviedo, solamente un lenguaje igualmente grotesco puede representarla de una
forma fidedigna (Ramírez 101). También es importante resaltar a este punto que en Oviedo
la irreverencia del lenguaje usado por sus personajes encaja con los comentarios hechos por
Bakhtin respecto a la función del lenguaje: “[language] essentially amounts to the expression
of the speaker's individual discourse. Language arises from man's needs to express
himself...” (67). Oviedo, con el uso del lenguaje soez logra expresar su discurso individual
de rechazo a la desigualdad en la distribución del poder dentro de la sociedad hondureña.
Este autor expresa su descontento a través de sus personajes.
El breve análisis realizado en esta sección da una idea del universo literario de Jorge
Luis Oviedo. Como se ha mencionando a lo largo de este capítulo, este universo literario
está basado en una realidad nacional. Por esta razón se vuelve necesaria una discusión, si
acaso breve, de la realidad hondureña que Jorge Luis Oviedo ha plasmado en sus relatos.
26
CAPITULO III
HISTORIA DENTRO DE LAS HISTORIAS
La narrativa de Jorge Luis Oviedo se caracteriza por su apego a la realidad
cotidiana hondureña. Este autor también ha representado en sus obras algunos de los
eventos históricos más sobresalientes en Honduras durante el presente siglo. Sería
acertado decir que Oviedo informa al lector de lo que ha sido y es relevante para la
población hondureña. Oviedo nutre sus relatos no sólo con personajes y lenguaje
extraídos de la vida diaria, sino con eventos que de una u otra manera han afectado la vida
de los hondureños.
En la obra de Oviedo se incluyen varios cuentos y novelas que han sido
construídos a partir de hechos históricos relevantes. Por ejemplo, en las viñetas de La
muerte más aplaudida Oviedo hace alusión a la inestabilidad política, a los gobiernos de
facto y a la represión. Relatos como “Fiesta de despedida” y “Dormido en sus laureles”
pueden relacionarse con la administración presidencial del Dr. Ramón Ernesto Cruz, quien
ascendió al poder en 1971 con la ayuda del Jefe de las Fuerzas Armadas de ese momento,
solamente para ser depuesto en un golpe de estado en 1972, por el mismo Jefe de las
Fuerzas Armadas (Ramírez 63-64). En este mismo volumen se encuetran las crónicas de
C.A.N., a quien es fácil asociar con el dictador hondureño Tiburcio Carías ANdino, quien
gobernó con mano de hierro por dieciseis años.
En otra de sus obras, en este caso la novela El candidato, Oviedo describe a su
protagonista, Roberto Ramos Suazo, con ojos “rotundamente chiquitos” (12), y con “la
voz de niño que acaba de entrar a la pubertad, repugnante y escandalosa y siempre
hablando a gritos, voz de indiscreto” (76). El lector puede muy fácilmente identificar a
27
Oswaldo Ramos Soto, quien comparte las características físicas del personaje y que
además, al igual que él, figuró como candidato a la presidencia del país en 1993.
Otro ejemplo más de la realidad histórica reproducida en la ficción de Oviedo es el
de Como mi general no hay dos, donde el narrador informa al lector que “cuando [el
general] se fue para los Yunái, despuesito que terminó el mandato de las fuerzas armadas
fue como que en realidad hubiera sido el presidente del país” (28). Aunque el narrador
está dando una versión embellecida de los hechos, el lector puede todavía reconocer la
figura de Alvarez Martínez quien fue expulsado de su cargo en las Fuerzas Armadas y
desterrado a los Estados Unidos en 1984.
En estas tres obras los eventos históricos son sobresalientes. En otros relatos la
relación entre la ficción y la historia no es predominante, pero sí es posible identificar
algunos eventos históricos. Por ejemplo, en La Turca el lector encuentra la siguiente
descripción de la búsqueda de una pareja ideal para la protagonista:
En el oriente del país y después de buscar con mucho cuidado y paciencia,
entre miles de soldados contras y demás mercenarios y asesores
norteamericanos, encontraron un subjefe contra que fue descartado ipso
facto (como dicen los abogados) porque se hallaba contaminado por la flor
de Vietnán (Oviedo 43).
El oriente del país se refiere a la zona fronteriza con Nicaragua que, durante la década de
los ochenta, fue la base de operaciones de la contrarevolución nicaraguense. Esta labor de
contrainsurgencia fue financiada y encabezada por elementos norteamericanos. En el
párrafo recién citado Oviedo da un atisvo de la multiplicidad de personal militar y de
males (como las enfermedades venéreas, entre otros) traídos a Honduras por tropas
extranjeras.
28
La prevalencia del elemento histórico hondureño en los trabajos de Oviedo hace
necesaria una breve revisión histórica que ayude al lector a apreciar más el elemento real en
los relatos de este autor. A continuación entonces se discuten brevemente algunos
eventos históricos sobresalientes que Oviedo ha entretejido en sus cuentos y novelas.
Bases históricas de la obra de Oviedo
En general, y debido a la frecuencia de su aparición en varios textos de Oviedo
pueden listarse tres períodos históricos sobresalientes: el Caríato o dictadura de Tiburcio
Carías Andino que se extendió de 1932 a 1945; la dictadura militar que comenzó a
perfilarse en la década de los cincuenta y que finalmente se estableció en 1972,
extendiéndose hasta 1981; y finalmente el período del mandato compartido entre Dr.
Roberto Suazo Córdova en el poder civil y el Coronel Gustavo Adolfo Alvarez Martínez
en el poder militar, desde 1982 hasta 1984.
El Caríato
Se conoce como el Caríato o “los tiempos de Carías” al período entre 1932 y 1949
en el cual Honduras estuvo bajo el gobierno del dictador General Tiburcio Carías Andino.
Carías, inició su mandato como Presidente Constitucional de la República en 1932. Su
ascenso al poder se debió a una combinación de factores. El principal de esos factores fue
su participación en “las montoneras” o enfrentamientos armados entre Liberales y
Nacionalistas. Estas montoneras comenzaron a producirse alrededor de 1838, siguiendo la
disolución de la Federación Centroamericana, e impideron significativamente el desarrollo
29
del país (Morris 8). Para Carías, sin embargo, fueron una oportunidad de sobresalir como
soldado y de encontrar una posición de líder dentro del Partido Nacional.
Otro factor que contribuyó al ascenso de Carías a la presidencia fue la popularidad
que ganó en 1928 por su respeto a los resultados de las elecciones presidenciales de ese
año. Contrario a la costumbre de la época, Carías no inició una revuelta para tomar el
poder por la fuerza, sino que permitió que el candidato Liberal, Miguel Paz Barahona,
concluyera su mandato (Morris 8). Con esta actitud respetuosa, Carías también ganó
tiempo para consolidar su control del Partido Nacional.
El tercer factor que llevó a Carías a la presidencia fue el apoyo constante que le
brindó la United Fruit Company desde la década de los veinte. Este apoyo le permitió a
Carías postularse a la presidencia en tres ocasiones diferentes: en 1923, en 1928 y
finalmente en 1932. A cambio de este apoyo, Carías, que era un devoto admirador de
Roosevelt, facilitó la consolidación del capital norteamericano al punto que durante su
mandato, el 60% de los ingresos de Honduras provenían de la producción bananera (Sosa
178).
Una vez alcanzada la presidencia Carías logró mantenerla a través de la práctica del
continuismo. Gracias al absoluto control que ejercía sobre el Partido Nacional, a la
represión del Partido Liberal y al apoyo de los Estados Unidos, Carías logró en 1936 que
la Asamblea Nacional Constituyente reescribiera la Constitución. La nueva versión de la
Constitución eliminaba la prohibición de buscar la re-elección presidencial y extendía el
período presidencial de cuatro a seis años. En 1939 Carías nuevamente hizo modificar la
Constitución para extender su mandato hasta 1949 (Haggerty y Miller 30).
Los historiadores coinciden en que durante su mandato la mayor preocupación de
Carías fue la situación política del país, más específicamente los enfrentamientos entre
Liberales y Nacionalistas que tendían a agudizarse durante los cambios de gobierno. Este
30
parece haber sido el argumento usado por Carías para modificar la Constitución y poder
extender su gobierno no una, sino dos veces. Este período de democracia degenerada en
dictadura marcó un hito en la vida política hondureña que, hasta entonces, no había
conseguido la paz, pero que tampoco había sufrido represión extrema. Estas dos palabras
-paz y represión- difíciles de asociar resumen el Caríato. Oviedo logra capturar esta
contradicción en su viñeta “Donde se demuestra que todo tiempo pasado fue mejor”:
Cuando C.A.N. gobernó el país no solamente logró instalar una paz estable
y duradera, sino que erradicó el latrocinio, el hambre, la prostitución, el
analfabetismo, la mendicidad, etc., mediante la certera eliminación de todas
las personas que padecieran dichos males; con cuyos cadáveres (coloreados
primorosamente con pinturas fosforescentes) durante las navidades
adornaba los árboles de los parques de las principales ciudades (Oviedo,
Muerte 36).
De hecho, el aspecto más importante del gobierno de Carías fue la paz interna del país. A
este respecto el poeta Roberto Sosa reporta que tanto durante sus campañas
presidenciales como durante sus dieciseis años de gobierno “la obsesión del señor General
Tiburcio Carías Andino fue la paz”, la cual cumplió a través de su fórmula
personal:”"encierro, destierro y entierro” (178).
Básicamente la paz se pagó con represión, de allí que el Caríato se recuerde
colectivamente como una de las peores épocas del país, políticamente. En otros aspectos
se recuerda como una de las más prósperas y productivas hasta aquel entonces. Entre sus
beneficios se cuenta el mejoramiento de la deuda externa a través del pago de préstamos, la
construcción de escuelas, la conclusión de la Carretera Panamericana, la construcción del
Aeropuerto Nacional y la modernización de la fuerzas armadas (Morris 8; Haggerty y
Miller 32), factores todos que de una u otra contribuyeron al bienestar del país. Lo
31
controversial del Caríato también se refleja en su protagonista, el general Carías, a quien
Escoto describe como “un hombre férreo, de extraordinario carácter y de calidades tan
contradictorias que se permitía recibir en la sala presidencial, para tomar el chocolate, a los
familiares de los presos políticos encerrados por su gobierno” (213).
En efecto, las acciones de Carías fueron contradictorias. Por una parte respetó las
elecciones de 1928 y por otra manipuló al Congreso Nacional para poder extender su
mandato e instaló una de las peores represiones que Honduras ha vivido. Carías parece
entonces un personaje de ficción y Oviedo logró capturarlo para sus lectores en La muerte
más aplaudida.
El regimen militar
En lo que respecta a temas específicos tratados por Oviedo en sus libros se
encuentra el del antimilitarismo. La relación de los hondureños con su ejército, tal como lo
refleja Oviedo en sus obras, es, en el mejor de los casos, tensa, aun cuando el ejército no se
volvió una fuerza predominate hasta casi a mediados del presente siglo. Flores reporta
que durante casi un siglo (1838-1922)
the military lacked institutional authority and identity: caudillos who
sought political power would form guerrilla bands composed of relatives
and friends and establish alliances with other ambitious politicians. If the
caudillo succeded...his new government would formalize his military
appointments (213).
Así pues, los primeros coroneles y generales hondureños fueron simpatizantes de algún
caudillo rural y carecían de todo tipo de entrenamiento formal, a pesar de que en sus
comunidades desarrollaban actividades tanto políticas como militares. Oviedo logra
32
transmitir a sus lectores esta falta de profesionalización del ejército y la llamada
“dedocracia”2 que lo caracterizó en sus comienzos, a través del personaje del general en La
gloria del muerto. El general decide recompensar a Ramón Castro entregándole uno de los
dieciocho departamentos para que lo gobierne:
...hacete cargo de cualquier departamento de la costa norte para que dejés
de andar como paria para arriba y para abajo, sometiendo a tanto pendejo
que le da por subversivo que bien merecido lo tenés y antes de despedirlo
y de echarle su bendición de constumbre y que se encomendara a la virgen
del Perpetuo Socorro y que se siguiera portanto machenque como siempre
se había portado para que ningún cabrón te levante la mano... (9-10).
Ramón Castro, un matarife sin mayor educación o habilidad que la de ser cruel y
sanguinario termina siendo líder político y militar, no de cualquier departamento, sino de
un departamento de la costa norte, que es donde se concentra la mayor riqueza y
desarrollo del país. De acuerdo a los criterios modernos, no hay razón para que alguien
como Ramón Castro sea enviado a una zona próspera. El general, sin embargo, quiere
recompensar a su mano derecha por haberse destacado en alguna batalla que llevó al
general al poder.
Más tarde, especialmente a partir de la década de los veinte, el ejército comenzó a
evolucionar como consecuencia de la iniciativa de Carías y también del constante apoyo de
los Estados Unidos. Para los años cincuenta el ejército no solamente se había
profesionalizado sino que también se había vuelto una fuerza política independiente en el
país [traducción mía] (Flores 215). A partir de entonces se dio una sucesión de golpes de
estado por parte del ejército en 1956, 1963 y 1972. Esta última intervención se prolongó
por diez años.
2Práctica de elegir funcionarios señalándolos con el dedo, sin considerar si
están calificados para los puestos.
33
La inestabilidad política hondureña que abarcó cuatro décadas es representada por
Oviedo en sus viñetas de La muerte más aplaudida, siendo “Dormido en sus laureles” la
más acertada:
Cuando el reloj de la cámara presidencial anunció la media noche, el
presidente se encontraba profundamente dormido. A las siete de la mañana
se levantó, entre dormido y despierto, y como de costumbre, lo primero
que hizo fue recoger las cortinas. Por un momento creyó que soñaba al
descubrir que el río había desaparecido en la hondonada3; pero cuando
estuvo despierto, supo que estaba en su propia casa. Sólo entonces
comprendió que durante el sueño- los militares- le habían dado golpe de
estado (17).
Aquí Oviedo da un sentido de la rapidez con la que el ejército solía actuar para tomar el
poder, y también de la inseguridad del poder civil.
Como se mencionó anteriormente, el gobierno militar se mantuvo en el poder hasta
1981 cuando Honduras, cediendo a presiones tanto internas (descontento popular) como
externas (revoluciones y guerras civiles en países vecinos), convocó a elecciones libres en
noviembre de ese año. Esto significó una nueva etapa en la vida nacional, marcada por la
represión y por el surgimiento de la figura de Alvarez Martínez, una figura que más tarde
Oviedo capturó en uno de sus relatos.
“Rosuco”, Alvarez Martínez y la Seguridad Nacional
La década de los ochenta en Honduras se caracterizó por una situación de extrema
represión. Esta situación fue propiciada en su mayor parte por agentes externos como la
3El río Choluteca corre por detrás de la antigua Casa Presidencial.
34
situación política de Nicaragua y El Salvador, los refugiados de ambos países y la
intervención de los Estados Unidos con su obsesión por prevenir y erradicar el
comunismo. Esto dio lugar a que Centro América, especialmente Honduras, se convirtiera
en una especie de teatro de la lucha contra el comunismo. En este escenario tuvieron lugar
la persecusión de sectores populares, el terrorismo y los desaparecidos.
En enero de 1982 Honduras inauguró su primer gobierno democrático en más de
una década. En un principio el gobierno procuró mantenerse neutral ante la crisis
centroamericana, pues un enfrentamiento armado interno o externo hubiera entorpecido el
proceso de desarrollo que se estaba tratando de alcanzar. Sin embargo, esta actitud no
duró mucho, por lo menos al nivel oficial, como lo demostraron dos figuras sobresalientes
de este período: el Dr. Roberto Suazo Córdova, Presidente Constitucional de la República
mejor conocido como “Rosuco” y el General Gustavo Adolfo Alvarez Martínez, entonces
jefe de las Fuerzas Armadas y verdadero hombre fuerte de este período.
Rosuco inició su gobierno con una actitud neutral hacia la crisis centroamericana,
basado más que todo en lo desfavorable que hubiera sido para Honduras confrontarla o
cuestionarla debido a la obvia desventaja del país en armamento y personal en
comparación con El Salvador y Nicaragua. Sin embargo, gradualmente, el gobierno de
Rosuco comenzó a percibir al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) no sólo
como un obstáculo en foros nacionales y regionales sino como una amenaza a la
estabilidad política del país.
Exactamente la misma actitud reflejó desde su ascenso a la Comandancia General
de las Fuerzas Armadas en 1982 el General Alvarez Martínez. Alvarez Martínez hizo
público el anuncio de que Honduras estaba en “guerra a muerte” con los Sandinistas y que
Honduras debía aliarse con El Salvador y con Guatemala para combatirlos (Haggerty y
Millet 48). Berry y Preusch reportan que también Rosuco llegó a aceptar la política de
35
Estados Unidos como propia y que ofreció a Honduras como la alternativa para pacificar
la región (252). Estados Unidos vio con buenos ojos esta actitud de oposición al regimen
Sandinista y comenzó a jugar un papel más relevante en la política exterior hondureña.
El aspecto más sobresaliente de este nuevo rol de los Estados Unidos en Honduras
fue el aumento significativo de la ayuda económica. Entre 1980 y 1982 Estados Unidos
autorizó ayuda a Honduras por un valor de 572 millones de dólares, situación que se
conoce como “la lluvia de dólares” (Berry y Preusch 258). Gran parte de esta ayuda se
canalizó al ejército, que desde entonces cuenta con el equipo más avanzado, como por
ejemplo el único avión supersónico y los botes mejor equipados de Centro América
(Flores 221). Otra parte del dinero recibido supuestamente fue usada para fines de
enriquecimiento personal de varios miembros del ejército (Hodkstader A13). El General
Alvarez Martínez se encontraba entre estos oficiales que se beneficiaron personalmente de
la lluvia de dólares. La estrecha relación entre Alvarez Martínez y los Estados Unidos ha
sido condensada por el cabo Antúnez en Como mi general no hay dos:
...en cambio los gringos si querían mucho a mi general, y no de gratis,
porque eso sí tienen los gringos, he oído decir, de choto no quierena [sic]
nadie, sólo porque usted tenga la cara bonita o sea medio simpático, por
eso no, pero si usted es vergón para todo sí, como pasó con mi general, a él
los gringos lo condecoraron, cuando una entra a la casa dél, puede verlo,
hay una foto donde está con el licenciado Rigan...pues ya le digo, mi
general allí está en una fotona grandota, abrazado con el licenciado Rigan,
cuando anduvo en la casa blanca de Guásinton, pero tiene otra que es del
tamaño de él donde está con el tal Buch cuando lo condecoró, le puso la
medallota que le dieron los gringos allá, la orden de no sé que, junto con las
llaves de la ciudad capital de los Yunái... (Oviedo, General 49, 51).
36
Ciertamente Alvarez Martínez era considerado como el mejor aliado de los
Estados Unidos en el área centroamericana gracias a su compromiso público de combatir
Sandinistas, Farabundos4 y cualquier grupo de izquierda nacional o extranjero. Motivado
por estos propósitos, Alvarez Martínez contribuyó a la formación de la Resistencia
Militar Nicaraguense, mejor conocida como “la contra”, apoyó maniobras conjuntas
Honduras-Estados Unidos y facilitó el entrenamiento de tropas salvadoreñas en territorio
hondureño (Sullivan 197). Respaldado por el apoyo y la anuencia de los Estados Unidos,
Alvarez Martínez pronto comenzó a intimidar a Rosuco y al Congreso Nacional. Rosuco
por su parte apoyaba los proyectos de Alvarez Martínez. Los juegos de apoyo mutuo y
de intereses individuales entre Estados Unidos y Honduras llevó a los observadores a
considerar a Honduras como gobernada por un triunvirato: Alvarez Martínez
implementando la doctrina de la seguridad nacional y conteniendo un golpe militar;
Rosuco apoyando a Alvarez Martínez a cambio de tolerancia para su gobierno y de una
posible (e inconstitucional) reelección y los Estados Unidos financiando este arreglo
(Haggerty y Millet 50). Dicho arreglo tuvo consecuencias no sólo para la débil
democracia, que amenazaba con disolverse a través de un golpe de estado, sino también
para los ciudadanos. Según reportes de Barry y Preusch durante el gobierno común Suazo
Córdova-Alvarez Martínez se reportaron en Honduras 138 desaparecidos, la mayoría de
ellos nicaraguenses y salvadoreños; 85 ejecuciones de campesinos hondureños y el
asesinato de 9 sacerdotes (259). Este período también se caracterizó por un aumento en la
actividad izquierdista y subversiva en el país.
Sullivan reporta que durante esta época varios grupos guerrilleros estuvieron
activos en Honduras. Entre estos grupos se encuentran el Partido Comunista de
Honduras, las Fuerzas Populares Revolucionarias Lorenzo Zelaya y el Partido
4Miembros del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, la guerrilla
salvadoreña.
37
Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos de Honduras (PRTC-H). Estos
grupos fueron encontrados responsables de bombardeos y secuestros e incluso
incursiones armadas en territorio hondureño, en este caso por parte del PRTC-H en 1983
y 1984 (178). Haggerty y Miller reportan que este aumento en actividades subversivas se
atribuyó al apoyo que los Sandinistas prestaban a estos grupos. Esto sirvió de incentivo a
Alvarez Martínez para continuar sus ataques a los Sandinistas, implementar la doctrina de
la seguridad nacional y perfilarse como el hombre fuerte del país ante los Estados Unidos,
quien continuó proveyéndole su apoyo.
El impacto de las políticas de Alvarez Martínez fue tan negativo y causó tanta
alarma a nivel nacional que su autoridad e imagen de hombre fuerte comenzaron a
deteriorarse rápidamente, especialmente cuando, desde el extranjero, Alvarez Martínez fue
acusado por el Coronel hondureño Leonidas Torres de comandar su propio escuadrón de
la muerte y de aplicar tácticas similares a las de la guerra sucia en Argentina. El
entrenamiento militar que Alvarez Martínez había tenido en Argentina contribuyó a dar
credibilidad a las acusaciones (Haggerty y Miller 48).
La anuencia de Alvarez Martínez a entrenar tropas salvadoreñas en territorio
hondureño también contribuyó a provocar insatisfacción en diferentes sectores del
ejército. Desde el conflicto armado de 1969 las relaciones Honduras-El Salvador habían
sido tensas, por consiguiente la perspectiva de que las tropas del país vecino entrenaran
en suelo nacional alarmó considerablemente a los miembros del Consejo Superior de las
Fuerzas Armadas (CONSUFA)5. Las intenciones de Alvarez Martínez de reestructurar
las Fuerzas Armadas substituyendo el CONSUFA por un comité de su elección que haría
al ejército más eficiente en el caso de un enfrentamiento armado contra Nicaragua alarmó
sobremanera a oficiales tanto jóvenes como veteranos. La perspectiva de una guerra con
5Grupo de oficiales que regula el ejército.
38
Nicaragua y de Alvarez Martínez como líder provocó en los oficiales más nacionalistas un
severo criticismo del jefe militar acusándolo de que cedía más en soberanía de lo que
recibía en ayuda (Haggerty y Miller 51). Finalmente, en Marzo de 1984 Alvarez
Martínez fue obligado a dejar su posición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas
y fue despachado en un avión hacia Miami donde permaneció por dos años.
Durante su destierro Alvarez Martínez dio un giro poco convencional y de
anticomunista feroz y violador de los derechos humanos pasó a ser un cristiano converso.
En 1986 Alvarez Martínez regresó a Honduras y
anduvo llevando la buena nueva del Señor por todos los rincones del país
que con los hombres cristianos de negocios, con los testigos de Jehová y
con los bautistas y con los del amor viviente, y los cenáculos...y con la
iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, que son los mismos
mormones mentados, y con los del octavo mandamiento, y con los
pentecostales, y los del Dios redentor y los de la estrella resplandeciente y
los del séptimo día y los de la iglesia triangular y los hermanos del lirio
blanco y no sé cuantas iglesias más, dando testimonio...en uno y otro lado,
predicando la palabra de Dios en las escuelas, en las capillas, en el Estadio
Nacional y hasta en las calles, sin más arma en su empuñadura que la buena
nueva de Cristo crucificado (Oviedo, General 23).
La conversión de Alvarez Martínez fue total hasta el punto que durante su breve
permanencia en el país no hizo sino predicar e incluso rechazó todo tipo de protección
personal. El grupo terrorista hondureño Los Cinchoneros no tuvo entonces ningún
problema para localizarlo y asesinarlo a la salida de su casa en Tegucigalpa el 25 de enero
de 1989.
39
Nacido en 1957, Oviedo ha sido testigo de la mayoría de eventos discutidos en
esta sección, con la excepción del Caríato. Los eventos a su vez han tenido un profundo
impacto en la vida de los hondureños y son, hasta cierto punto, parte de la realidad
cotidiana. Oviedo no ha podido dejar por fuera estos eventos históricos y los ha
incorporado en su narrativa. Pero la narrativa de Oviedo no es solamente historia, como
no es solamente realidad. Sus trabajos son historia y realidad convertidas en literatura.
40
CAPITULO IV
TRES NOVELAS HONDUREÑAS CONTEMPORANEAS
En este capítulo se analizarán tres de las novelas cortas de Jorge Luis Oviedo: La
gloria del muerto, Como mi general no hay dos y La turca. Estas tres obras tienen varias
características en común, como se discute a continuación. El primer elemento en común a
todas son sus personajes de extracción popular.
Con la excepción del general en Como mi general no hay dos, los protagonistas
son básicamente personas comunes y corrientes que han sido transformadas
transformadas en personajes literarios gracias al trabajo de Oviedo. La Turca es una
vendedora ambulante que recorre el país con su mercadería: “[l]e bastaba sentir el olor a
pólvora arrastrado por los vientos del norte o el olor de las fritangas de las ferias para salir
espantada cualquier madrugada y retornar, generalmente, una semana después” (Oviedo,
Turca 18). Ramón Castro, el protagonista de La gloria del muerto es descrito por
Ramírez como el típico comandante regional de las fuerzas militares que “se convierte en
verdugo del pueblo que ha sido enviado a proteger” (65). El cabo Antúnez, quien
comparte el papel protagónico con el general en Como mi general no hay dos es un
“oscuro, anodino y vulgar” personaje que refleja “la conciencia posible y la visión de un
grupo social en la Sociedad Nacional” (Cárdenas Amador 17). Oviedo ha logrado una
caracterización acertada con cada uno de estos personajes al dotarlos de los rasgos básicos
que se encontrarían en los individuos reales a quienes representan, y al convertirlos en
elementos de la sociedad hondueña que son fácilmente reconocibles.
Los protagonistas de las tres obras también comparten el hecho de ser individuos
controversiales dentro de su círculo. De hecho todas las narraciones existen debido a las
acciones de los protagonistas. Se cuenta la historia de La Turca porque su desafuero
41
sexual y su poder causaron conmoción en todas partes; las historias de Ramón Castro y
del general deben ser contadas porque su abuso de poder y su institucionalización de la
represión hicieron historia en el universo ficticio de los personajes.
Los protagonistas también tienen en común el hecho de ser presentados al lector
como recreaciones de un narrador homodiegético: “A partir de aquel descubrimiento el
recorrido para llegar a su casa dejó de hacerse por la ruta normal. Ahora teníamos [énfasis
mío] que cruzar ocho cercos de madera...” (Oviedo, Turca 23). El lector tiene contacto
solamente con los narradores cuyo relato está lleno de emoción y de subjetividad, ya que
todos los narradores expresan sus juicios de valor sobre los protagonistas. Las muertes
dramáticas son otro elemento común a los protagonistas de estas novelas: La Turca
perece en un temblor de tierra provocado por su peso y “los restos de su cadáver habrán
de estar en algún país asiático” (Oviedo, Turca 153). Ramón Castro murió debido a “la
rabia provocada por la impotencia de no poder vengarse” ( Oviedo, Gloria 44).
Finalmente, el general termina revolcándose “en el polvo, en su propia sangre y hasta en
su propia porquería” (Oviedo, General 86), al ser víctima de una balacera. Todo esto el
lector lo llega a saber por medio de una reconstrucción, romantizada o exagerada del
protagonista hecha por un individuo cuya vida fue afectada profundamente por dicho
protagonista. Un breve análisis de estas tres obras se presenta a continuación.
La Gloria del Muerto o la Lucha entre el Bien y el Mal
La Gloria del Muerto, publicada en 1992 cuenta la historia de Ramón Castro, un
caudillo local que se caracterizó durante toda su vida por su sangre fría y por su crueldad.
Inició su carrera de asesino en su adolescencia con un crimen a sangre fría:
42
Ni veinte años tenía... cuando se despachó el primer cristiano, un famoso
asesino olanchano que tenía, por esa época, más de treinta y ocho muertos
en su cuenta individual y cerca de cien en colaboración con una banda de
asaltadores de caminos de la cual era jefe (15).
El crimen tuvo lugar mientras Ramón Castro rasuraba a su víctima y después del hecho,
Ramón no mostró ninguna señal de estar alterado. Por este servicio a la comunidad,
eliminar a un asesino condenado a muerte por el dictador, Ramón Castro fue invitado a
unirse a las interminables guerras intestinas donde sobresalió por su valor o, mejor dicho,
por su sangre fría. El mandatario de la república, un general ignorante, ridículo, pero
ciertamente cruel le adjudica el alto honor de ser uno de sus 18 representantes en el país.
Investido con esta autoridad Ramón Castro arriva al pueblo y desde su llegada siembra el
terror y el odio en aquellos a quienes gobierna, pues el protagonista no solamente instala la
represión por razones políticas sino que porque verdaderamente deriva placer del
asesinato y la mutilación de sus víctimas.
El tan esperado final de Ramón Castro llega cuando los habitantes del pueblo
deciden no demostrarle miedo. Allí comienza el protagonisa a perder su imagen y su
autoconfianza: “...ahora no me queda más alternativa, porque hoy si me dieron la gran
jodida, mi general, pero quién iba a pensar que una mananda de pendenjos se rebelaría tan
de improviso” (44). Poco después Ramón Castro se retira del poder y muere a causa de
su pérdida. Este es el momento que el pueblo ha estado esperando. Se organiza un
carnaval en conmemoración de su agonía y, poco después, de su muerte.
43
Aspectos Estructurales de la Obra
La historia de Ramón Castro es presentada al lector a través de la narración en
tercera persona de uno de los habitantes del pueblo. El narrador resulta ser convincente
porque, de acuerdo a su testimonio, creció bajo el regimen de terror de Castro y, de
acuerdo al análisis realizado por Ramírez, estaba emparentado con una de las víctimas de
Ramón Castro (18). El narrador en efecto reporta que su hermano desapareció y fue
encontrado posteriormente flotando en las aguas del río Aguán, que servía de cementerio
clandestino. El narrador también tuvo una participación activa en las celebraciones de la
muerte del villano.
El narrador comienza a contar la historia el día en que se cumplen quince años de la
muerte de Ramón Castro. De hecho, el narrador se encuentra en un bar de la capital con
su primo celebrando con unas cervezas el aniversario de tan jubiloso acontecimiento. Su
narración, es decir, el texto, abre con la frase: “Ramón Castro tuvo el entierro más
concurrido del pueblo porque nadie supo como él ganarse el odio de la gente” (Oviedo 7).
Esta frase, así como el encabezado del libro que lee: “La muerte del justo/ se celebra con
una fiesta/ la del tirano también” (Oviedo 7) encierran la estructura general del libro. Con
estas frases iniciales el lector es puesto sobre aviso de lo que encontrará en el resto del
texto: odio, regocijo y, como la palabra entierro lo indica, un sentido de rompimiento, en
este caso con el pasado. Las frases resumen el largo camino recorrido por los personajes
desde su sufrimiento hasta su regocijo por poner atrás una mala etapa de sus vidas,
pasando por el clímax de tomar control y vengarse al mismo tiempo:
[e]ra tanta la algarabía que todos trataban de prolongar el acontecimiento al
máximo, por eso, no por otra cosa, soportamos los kilómetros discursos
que desde las dos hasta las cinco de la tarde se echaron los oradores.
44
Disfrutamos y aplaudimos cada insulto como si fuera el primero que se
dijera contra Ramón Castro (52).
También es notable el hecho de que el narrador inicie su relato quince años después del
acontecimiento y que comience su narración con la descripción de la agonía, delirio y
muerte de Ramón Castro. En este sentido La Gloria del Muerto puede verse como un
texto liberador, como una evidencia concreta del poder de exorcismo de la palabra. Al
contar la historia el narrador se enfrenta, esta vez sin miedo, al recuerdo de Ramón Castro,
un hombre que construyó para sí mismo una imagen de ser diabólico.
Ramón Castro o las Fuerzas del Mal
Sterling y Boutell en su análisis del papel del Diablo en la literatura occidental
comentan que “[w]hether or not [one] agree[s] that nationalism is the work of the Devil, it
is obvious to all students of Diabolism that the Devil is a nationalist” (45). En el caso de
Ramón Castro, tal afirmación puede ser bien aplicada. Todas sus acciones pueden
trazarse a su papel de servidor del orden público. El poder dado a él por su superior se
convierte en un poder diabólico, como lo demuestran algunos detalles.
Lo primero que llama la atención sobre el protagonista y que sugiere su naturaleza
maléfica es su entrada en el pueblo, la cual tiene muy poco que envidiarle a una aparición
diabólica, acompañada de fenómenos climatológicos y demonios:
Casi nadie recordaba ya la intensidad de la lluvia de aquel invierno, ni la
indumentaria que traía la madrugada en que apareció metido en un poncho
oscuro...que le cubría las ancas a una mula roma que desconfiaba hasta de
su propia sombra. Traía puesto un sombrero empalmado de alas anchas,
incrustado hasta las orejas...cabalgando junto a un nutrido pelotón de
45
soldados anónimos y oscuros como el filo de la madrugada y más mojado
que la propia tormenta y que luego de darle varias vueltas al pueblo
(provocando el canto a deshoras de los gallos, el ladrar de los perros, el
cacareo de las gallinas, el llanto de los niños y el desconsuelo de los
ancianos), acampara en la iglesia (Oviedo 13).
La visión resultante es la de una figura diabólica, mitad hombre, mitad bestia, efecto
logrado por el poncho que cubre a ambos y que borra los límites entre uno y otro. En esta
escena Oviedo juega con el claroscuro y perfila hombre y bestia contra las mal iluminadas
calles del pueblo, las que permiten a los curiosos ver solamente la grotesca figura. El
contingente de soldados hace las veces de demonios: son oscuros e indefinibles y además
son ellos los encargados de vagar por el pueblo y de encontrar un lugar para establecerse.
A su paso los soldados, al igual que los demonios, van provocando efectos nocivos en sus
habitantes y hacen sentir su presencia maligna. Por si fuera poco, estos demonios escogen
la iglesia como su refugio para esa primera noche. Todo este cuadro se desarrolla en un
ambiente físico de clima inclemente. La lluvia y la oscuridad se prestan para hacer más
impactante y creíble la imagen tétrica del recién llegado.
Es valioso notar también que desde su llegada Ramón Castro no se encuentra con
ninguna oposición del pueblo, pues este está habitado solamente por mujeres, niños y
hombres que son o muy ancianos o que son jóvenes pero están enfermos o son
minusválidos. El resto se encuentran en las montañas huyendo de la persecusión o
luchando contra ella. De manera que el clima de desolación también aumenta el poder de
Ramón Castro sobre sus víctimas.
Después de su arrivo al pueblo, lo que más llama la atención de Ramón Castro es
el aura de misterio que lo rodea. Nadie llega a ser capaz de conocerlo, ni siquiera su
amante, pues ambos vivían en casas separadas. El lector tampoco llega a conocer al
46
protagonista, pues este se encuentra ausente en el texto. Cuando aparece, al igual que el
Diablo, es para presentarse al lector como un individuo lleno de odio: “..hoy si nos llevó la
gran puta, mi general; porque espero que a usted también le suceda lo mismo que también
le llegue su turno...” (Oviedo 36); “...espero que de todas formas el día que le den el
golpe...esté lleno de periodistas y de fotográfos, para que le puedan fotografiar el culo sin
protestar” (Oviedo 43). Ramón Castro entonces, en las pocas ocasiones en que toma la
palabra es para ofender, humillar o simplemente descargar insultos.
El aislamiento y la conducta antisocial de Ramón Castro corresponden con la
noción de Culler de que “Satan...is a figure that offers minor consolations to social
outcasts”. Uno de tales consuelos es la inspiración de “perversions which bring solace
such as...[the love of rags, the cult of wounds and pain]" (94-95). Ramón Castro sembró
el terror entre sus paisanos debido a su crueldad extrema, a su hábito de salir por las
noches a matar y a castrar individuos para luego arrojarlos al río (Oviedo, Gloria 74). De
acuerdo a la versión del narrador, el protagonista derivaba placer de tales actividades.
Otro aspecto maléfico de Ramón Castro es su decisión de medir su fuerza contra la
de la iglesia, como lo demuestra su iniciativa de acampar en ella la noche de su llegada.
Sterling y Boutell reportan que de acuerdo a la tradición Cristiana, específicamente en el
libro de Job, Satanás es más adversario del hombre que de lo Divino y que a pesar de su
maldad, Satanás es bienvenido donde quiera que los hijos de Dios se presentan ante su
Señor [traducción mía] (260). Esta relación entre lo diabólico y lo divino también se ve en
el rumor que Ramón Castro inicia y según el cual, el protagonista hablaba con Dios por las
mañanas. Tal rumor surgió de la negativa del sacerdote del pueblo a darle la comunión a
Ramón Castro. El protagonista diabólico se sintió desplazado de un terreno al que
consideraba tener derecho.
47
La compañera sexual de Ramón Castro también sirve para agregar al aura diabólica
del personaje. Oviedo escoge para este propósito a Juana Justina Santos, una vendedora
ambulante que desafió la autoridad de “dictadorzuelo” del protagonista y se negó a pagar
impuestos. Esto nada tiene de curioso excepto que todas las versiones sobre el origen de
Juana Santos tienen el denominador común de considerarla ni más ni menos que una monja
o una novicia que sucumbe a los placeres de la carne, “asunto que al parecer le agradaba
mucho” (Oviedo, Gloria 54). Es decir entonces que Juana Justina Santos es una esposa
de Dios que se deleita en su infidelidad. Ramón Castro como personaje diabólico se une a
esta mujer, quien comparte con él el hecho de blasfemar contra Dios. El resultado de la
unión también resulta ser un digno producto de la misma. Calixtro Castro, que muere
asesinado a manos de los habitantes del pueblo, “por ese entonces contaba con 18 años
[y] tenía en su cuenta personal más de treinta y tres muertos; razón por la cual, se decía
‘salió aumentado y corregido” (20). Calixtro Castro era más un engendro que un joven
adolescente.
El último detalle tenebroso de Ramón Castro es su guarida, la casa que habitó toda
su vida en el pueblo y en la que solamente vivía él. Como buen demonio, Ramón Castro
no permitía a nadie en su propio terreno y su guarida se encontraba repleta de tesoros:
vasijas repletas de monedas de oro, billetes, joyería, botas y monturas finas. Todos estos
bienes materiales se encontraban intactos, jamás sacados de sus envoltorios. Ramón
Castro, como buen demonio, no necesitaba bienes materiales para ser feliz sino solamente
la oportunidad de torturar, mutilar y asesinar a otros.
Así, a través de una serie de detalles armónicamente tejidos, Oviedo logra
transmitir al lector la atmósfera de horror e y desamparo que la presencia de Ramón
Castro trajo al pueblo. El autor, a través de la creación de un protagonista diabólico ha
logrado condensar los sentimientos de opresión y el miedo de sus otros personajes.
48
La Turca: un Personaje Femenino Diferente
La Turca es la historia de una mujer monumental que arriva al pequeño pueblo de
San Juan del Norte durante la feria patronal. Una trabajadora de la llamada "economía
informal", La Turca arriva cargada de mercaderías que anuncia con todo el entusiasmo y la
creatividad que caracteriza a estos individuos:
...zapatillas de hule “únicas para soportar las inclemencias del invierno”,
blusas floreadas de colores alegres “para que la señora luzca elegante
cuando va a misa los domingos”, sombreros empalmados “para que el
señor luzca bien parecido y el solo no le pele la coronilla...”(8).
Su llegada y luego su residencia en el pueblo son criticadas pero debido a su fortaleza de
carácter, La Turca ignora todos los comentarios negativos y logra ganarse la confianza de
los habitantes hasta que, catorce años más tarde, es expulsada por el sacerdote y las
Damas Católicas del pueblo, acusada de seducir a los adolescentes. Su crimen acapara la
primera plana de los diarios del país.
Luego de su expulsión, La Turca se traslada a Talanga donde recibe el visto bueno
de la comunidad para establecerse y donde también logra amasar una fortuna. De aquí en
adelante La Turca sufre una transformación, pues de vendedora ambulante anónima, cuya
procedencia nadie puede determinar, pasa a convertirse en una figura prominente no sólo
en su nueva tierra, Talanga, sino también en el resto del país. Pronto se le comienza a
conocer como amiga cercana de ministros, diplomáticos y hasta del Presidente de la
República y del Jefe de las Fuerzas Armadas.
El resto de la historia transcurre en las aventuras de La Turca por encontrar al
hombre mejor dotado físicamente para satisfacer sus necesidades sexuales. Después de
una larga búsqueda y una que otra tragedia, Zacatón es descubierto. Zacatón llena todos
49
los requisitos necesarios y después de una satisfactoria luna de miel, La Turca le propone
matrimonio. Cuando La Turca parece tenerlo todo, la muerte de Zacatón viene a
provocarle un profundo dolor y depresión que le duran hasta el momento en que descubre
tres enanos en un circo y rápidamente los adopta para luego usarlos en la satisfacción de
sus necesidades sexuales. Al final, La Turca desaparece en un terrible temblor de tierra,
provocado por una de sus caídas y jamás se le vuelve a ver.
Esta novela corta de Oviedo publicada en 1988 es un trabajo diferente a las otras
dos novelas discutidas en este capítulo debido a su temática. En esta novela, la
protagonista es una mujer y su crimen es el de buscar la satisfacción de sus urgentes
deseos sexuales, aun si eso implica la seducción de menores. El autor también afirma que
La Turca es una variación en sus temas ya que “plantea otro tipo de problema propio del
proceso de urbanización de las pequeñas poblaciones, en donde la prostitución es un
fenómeno que revierte, desde el punto de vista ético, moral y religioso, en asuntos de
escándalos” (Ramírez 110).
En esta narración, que comparte con las otras dos un final trágico para la
protagonista, es obvio que el propósito del autor no es tanto la denuncia de una situación
política sino una incursión en el área de la moral y la sexualidad dentro de una comunidad.
En este caso es La Turca quien actúa como agente de cambio, o de escándalo, en estas
comunidades al convertirse en empresaria y propiciar el turismo local con la construcción
del Gran Hotel Talanga. El narrador sin embargo nos informa de la verdadera naturaleza
de esta inversión, ya que el hotel “desde la primera noche funcionó como una discreta casa
de cita” (37), donde incluso los sacerdotes llegaban desde la capital a “hacer sus
necesidades terrenales y nada vegetarianas”(38). En este sentido La Turca es bastante
similar a los protagonistas de La Gloria del Muerto y de Como mi General no hay dos, ya
50
que su influencia en su comunidad es, aunque no violenta, nociva, desde el punto de vista
de los otros personajes.
La Turca y su sexualidad
En el análisis que Ramírez realiza de La Turca, el autor nota la importancia que en
esta obra específica tiene la caracterización “de pasaporte”. Ciertamente lo que más
sobresale en el texto no es una descripción del carácter de la protagonista sino más su
aspecto físico. La Turca es descrita como “quinientas nueve libras de carne y grasa junto
con su recio quintal de huesos” (Oviedo 10). Es entonces una mujer descomunal capaz de
provocar temblores de tierra con sus frecuentes desmayos. La Turca, sin embargo es más
que una masa de grasa y carne, es un ser erótico y lleno de sexualidad, como lo demuestra
la descripción que el narrador hace de la protagonista:
...porque más que un par de nalgas, descollaba a sus espaldas un par de
elevaciones volcánicas que crecían inclinadas como queriéndose proyectar
encima del horizonte, por eso cuando sus senos, no menos voluminosos y
altivos, asomaban por alguna esquina, había que tener la plena seguridad de
que su parcito de nalgas venía una cuadra atrás (12-13).
La caracterización que Oviedo hace de La Turca corresponde con la tradición literaria que
la crítica Patricia Parker ha encontrado respecto a las mujeres gordas. Esta autora reporta
que tradicionalmente la literatura pinta a las mujeres gordas como “not only fat but
perpetually in heat, and [their] bod[ies] seem to image not only this gross animal sexuality
but its female original in Eve” (24). La Turca es un personaje que Goldberg llama “a fallen
woman” (112). Esta autora identifica una dualidad Eva/Satán en varios personajes
femeninos a través de la historia y considera que
51
[t]o be a chaste woman is enough; it is rather like being Eve before the fall.
But the fallen are all in the clutches of Satan, and are less different from
each other than all of them, men and women, are different from the
virtuous, even though women, like Satan himself, have had a deeper plunge
from Grace than men (112).
La Turca ciertamente representa esta dualidad. Mientras su castidad es asumida por los
habitantes del pueblo, la Turca no tiene ningún problema. Una vez que se descubre su
apetito sexual, este personaje es visto por los otros como Satán y la misión del cura y de
las Damas Católicas es deshacerse de ella lo antes posible. Su presencia no puede ser
tolerada un minuto más. Las desgracias de La Turca no terminan allí, pues aun cuando al
trasladarse a Talanga goza de cierta felicidad, su final refleja la caída profunda de la que
habla Goldberg. El narrador de La Turca reporta, después de la estruendosa caída de la
protagonista, que “...lo más probable es que La Turca como era tan pesada se debió haber
hundido tanto que terminó atravesando la tierra y seguramente los restos de su cadáver
habrán de estar en algún país asiático” (Oviedo, Turca 153). Este destino final de la
protagonista parece ser la expresión perfecta de la idea de la caída. Nadie más que una
mujer sin nociones de castidad podría merecer tal fin. Su descenso a las entrañas de la
tierra también implican su naturaleza satánica. La Turca supuestamente fue a reunirse con
su amo. La condición de mujer caída, y de ser satánico, de La Turca también pueden verse
en la repercusión que la protagonista tiene sobre algunos de los otros personajes.
Al igual que Eva, después de haber caído en la tentación, La Turca resulta dañina
para los hombres. Dos de sus amantes perecen mientras se encuentran en el acto sexual.
Jack, el amante norteamericano termina saliendo “disparado por la ventana con una
violencia tal como si lo hubiera alcanzado un bazucazo...” (50) y Zacatón, su esposo, “se
quedó sin aliento” en el medio de una de sus tantas noches de pasión. Los enanos también
52
perecen en el terremoto final. Para muchos hombres, caer en la tentación del goce sexual
con La Turca, representa, al igual que para Adán, la pérdida de algo valioso; en el caso de
esta narración es la vida.
Aunque el final trágico de La Turca ciertamente encaja con las ideas de Goldberg, el
lector no puede pasar por alto la buena fortuna de la protagonista a través del texto y su
fortaleza para sobreponerse a las adversidades de su destino. Por ejemplo, en su primer
desmayo La Turca pierde toda su mercadería, pero en un par de días se recupera y
comienza a prosperar de nuevo. Su prosperidad provoca el resentimiento de otros
comerciantes locales que comienzan a circular historias sobre su conducta. La Turca no
les presta atención y todos los rumores terminan perdidos en “los grises nubarrones del
olvido” (19).
La muerte de Zacatón, su esposo, también es un golpe duro para La Turca, pero
con su acostumbrada fortaleza, esta protagonista logra sobreponerse. Después de varias
semanas de luto y depresión que incluyeron una visita de emergencia al hospital porque se
temía por su vida, La Turca logra recuperarse al encontrar una nueva manera de satisfacer
sus necesidades sexuales:
...cuando adoptó los enanos, recuperó el aplomo, su presencia de matrona
indomable y volvió a dar órdenes que nadie se atrevía a refutar, y mandó a
quitar los chongos negros de luto que pendían de todas la puertas del Hotel
y volvieron las fiestas y los desnudos a las dos de la mañana y la alegría
que ya casi se había perdido...(140).
El personaje de La Turca encierra una actitud que Gladstein ha encontrado en varios
escritores norteamericanos (Fulkner, Hemingway, Steinback) que desarrollan personajes
femeninos en sus obras. Esta autora ha concluído que en la ficción
53
...there is something in the essential nature of women, something which
strengthens her, some psychic cushioning which, like the subcutaneous
layer of fat that distingushes the female anatomy from that of the male,
provides a natural insulation which better equips woman for survival
(101).
La Turca cuenta con su capa de grasa, pero también con su “psychic cushioning”
que le permiten disfrutar al máximo de su vida y sobreponerse, gracias a su actitud
positiva, a cualquier inconveniente que se le presente. En La Turca también pueden
encontrarse otras características que le dan un status especial como personaje y que
pueden hacer que el lector la vea más como una diosa.
La Turca como ser mítico
La personalidad, al igual que la conducta de La Turca, pueden llevar al lector a
hacer una lectura mítica de este personaje, que encierra características compartidas por las
diosas. Stave ha identificado varias de estas características. Una de ellas es la condición
de ser gustada por los demás personajes. La Turca, a exception del episodio en que es
descubierta con Varecuete, es apreciada por casi todos: “[s]in embargo, y a pesar de todo
lo que se diga y pueda sostener en su contra, aquí en Talanga le tenemos bastante aprecio
y admiración a la Gordita...” (38). La Turca es también una compañía cercana de altos
funcionarios del país y, en un momento dado de la narración, los habitantes de Talanga
consideran que no pueden seguir adelante sin el “espíritu emprendedor” de La Turca
(127).
La independencia es otra característica encontrada por Stave en los personajes
femeninos míticos y que La Turca posee. La Turca es capaz de valerse por sí misma y si
54
necesita un hombre es más para satisfacer una necesidad física que para tener a alguien que
cuide de ella y que la mantenga. Su solvencia económica es tal que le permite, el día de su
boda con Zacatón, financiar una celebración a la que fue invitado todo el pueblo: “...en el
parque central, donde se repartieron Nacatamales y refresco de horchata, por cuenta de la
Turca y se celebró un carnaval amenizado por música de marimba” (118).
El matrimonio de La Turca, uno de los eventos más sobresalientes de la narración
bien podría verse como el matrimonio de una diosa, ya que este “is portrayed as a
celebration of love and sexuality” (Stave 9). La Turca como mujer independiente no entró
en un matrimonio de conveniencia. Sus razones para proponerle matrimonio a Zacatón
tienen que ver más con la atracción sexual que los órganos sexuales de este personaje
tienen sobre ella: “...el resto de los órganos y miembros de su cuerpo, eran todos de largo
alcance, especialmente, su desplumando pajarraco de juegos prohibidos, cuyas medidas,
oscilaban entre cuarenta y nueve y cincuenta y tres centímetros...” (54).
La Turca finalmente se decidió por Zacatón después de haber desechado,
personalmente o a través de sus asistentes, a varios candidatos. Esto también es visto
como una actitud muy divina, ya que solamente los más fuertes o mejor dotados son
considerados dignos de relacionarse con la deidad.
Finalmente hay, a lo largo del texto una constante oposición entre La Turca y la
iglesia. Stave considera la lucha entre lo Cristiano y lo pagano (la diosa) como una
característica sobresaliente de los mitos. En La Turca la protagonista tiene
enfrentamientos constantes con la iglesia desde el comienzo de la narración. Es un
sacerdote el que se encarga de coordinar su expulsión del pueblo. Más tarde, en Talanga,
el cura Santos rehusa participar en las celebraciones de la boda de La Turca, por
considerarlas un “zafarrancho”. La Turca a su vez considera al sacerdote como un
hipócrita y una molestia en su vida, ya que siempre está tratando de hacerla cambiar su
55
estilo de vida. En un momento dado de la narración La Turca explota: “Que no me
vengan a mí con lecciones de moralidad estos curitas, como si no sé yo la clase de vida que
llevan, como si no sé yo cuántos hijos ha dejado en Cantarranas el semejante cabrón [el
cura Santos]” (141). Los enfrentamientos se dan a todo lo largo del texto y al final el
lector puede concluir que la balanza se inclina más del lado pagano, el lado de La Turca ya
que todo el pueblo de Talanga está dispuesto a disfrutar los beneficios traídos a la
comunidad por esta diosa enorme, aun si ello implica ir en contra de lo que el cura Santos
considera correcto.
Algunas consideraciones sobre la estructura de La Turca
Al igual que las otras dos novelas discutidas en esta sección, el lector conoce la
historia de La Turca a través de un narrador heterodiegético que ha presenciado todas las
facetas de la vida del personaje. A través de este narrador-testigo Oviedo establece una
relación inmediata con el lector pues este narrador no solamente describe el pasado de La
Turca sino que en cierto momento de la narración hace creer al lector que la historia está
siendo contada a medida que se va desarrollando: “[s]in embargo, y a pesar de todo lo que
se diga y pueda sostener en su contra, aquí en Talanga le tenemos bastante aprecio y
admiración a la Gordita...” (Oviedo, 38).
Otro elemento que contribuye a desarrollar la relación texto-lector es el uso de un
lenguaje simple y coloquial usado por el narrador. En este libro, dado el tema que se trata,
Oviedo ha logrado un balance especial entre lo cotidiano y lo poético. El narrador, un
personaje que es habitante del pueblo refiere la historia, la cual incluye la descripción de
varios encuentros sexuales, de una manera realista y cotidiana sin caer en lo vulgar:
56
...Guayabito Armijo...encontró, en más de una ocasión, al cura Santos, con
la sotana en la nuca, y los calzoncillos de manta en los tobillos...haciendo el
amor con alguna de las beatas, quienes, casi siempre estaban, con el vestido
a la altura de sus fláccidas ubres de madres prolíficas, y con la salla y los
calzones de poplín floreado, en las rodillas y apoyadas con ambas manos
de las gradas del campanario, lanzando unos gemidos muy parecidos a los
que emiten las vacas cuando están remascando (80).
El narrador informa, en la manera que mejor puede, sobre los eventos y sin embargo el
lector no tiene la impresión de estar leyendo una descripción vulgar de estos eventos.
Puede afirmarse entonces que, como lo ha anotado el escritor Claudio Soriano, el “uso de
los vocablos descarnados, no impide que los mismos desciendan hacia nosotros envueltos
en un profundo sentido poético” (4).
En la estructura de La Turca también sobresale la inserción de notas periodísticas
que enriquecen el relato con el punto de vista oficial, es decir con el punto de vista de la
prensa. El narrador de esta forma deja saber al lector a cerca del impacto que La Turca ha
tenido dentro de su ambiente. La combinación del narrador y las notas periodísticas dan al
relato mayor dinamismo y al mismo tiempo sirven para resaltar la adulación oficial tan
común en la realidad cotidiana: “...la Turca nos dio una lección, una muestra muy evidente
de patriotismo y de identidad latinoamericana, cuando sin medir las consecuencias exclamó
eufórica...arránquese la marimba...y todos los demás con son tus perjúmenes mujer”
(Oviedo, Turca 115, 116).
Hay entonces en esta historia un narrador hábil y bien informado. El
coloquialismo usado hace fluir el texto, al igual que la oralidad de su narración. El lector
tiene la impresión de estar conversando en vez de leyendo. Las disgresiones del narrador,
que son muchas, en vez de interrumpir la historia la enriquecen pues a través de ellas se
57
construye el ambiente propicio para el desarrollo de los eventos. Las inserciones al igual
que las disgresiones o divagaciones del narrador ponen el texto a salvo de la monotonía de
un narrador en primera persona que se limita a repetir los hechos que ha presenciado.
Como mi general no hay dos: reconstruyendo la Historia
La última novela a analizarse en este capítulo es Como mi general no hay dos. Al
igual que las otras dos novelas discutidas anteriormente, esta novela se centra alrededor de
un protagonista que se vuelve memorable por su calidad de villano. En este sentido Como
mi general no hay dos puede ser comparado con La gloria del muerto ya que el personaje
principal es un hombre que de una u otra manera ha adquirido poder y lo usa y abusa para
atropellar a otros. Al igual que en La gloria del muerto, el personaje ya ha fallecido para
el momento en que se inicia la narración y es reconstruido a través de los recuerdos del
narrador. Hasta aquí pueden llegar las similitudes entre estas dos obras pues Como mi
General no hay dos es una obra única en el trabajo realizado por Oviedo.
Publicada en 1990, Como mi General no hay dos revela en su título la idea
principal de la obra. El texto completo es una exaltación, por parte del narrador, a las
virtudes del ya fallecido general. De especial atención en el título es la antonomasia, que
se repite a lo largo del texto. El narrador nunca revela el nombre de su general, aunque a
medida que va narrando los eventos el lector puede darse cuenta de que se refiere al general
Gustavo Adolfo Alvarez Martínez, personaje controversial de la historia hondureña (Ver
capítulo III). El narrador en su monólogo presenta al lector con un recuento de la vida
profesional del general. A través de este recuento el lector se entera de los inicios de
Alvarez Martínez en la costa norte, de su participación en la Guerra del Fútbol y luego de
su papel como máximo jefe de las Fuerzas Armadas. A través del cabo Antúnez, el
58
narrador, el lector es introducido a un personaje legendario, que debe ser admirado por sus
cualidades heroícas: “...a mi general lo que son órdenes [de mérito] ya le habían dado
desde la guerra del 69...si en la casa de mi general usted ve diplomas y medallas puestas en
tablitas de madera labrada que se da gusto, mi general se ponía las más importantes...” (51-
52).
El Cabo Antúnez también da atisbos de la personalidad del general. El lector se
entera así de las infidelidades conyugales del general, de su crueldad, y, hacia el final de su
carrera, de su conversión religiosa. En este respecto, y aunque el propósito de Antúnez es
exaltar la memoria de su sueperior, es difícil para el lector no notar la obsesión casi
enfermiza del general por eliminar la subversión en el país. Su celo por tal objetivo lo lleva
incluso a consultar sus planes con Juan Pablo II, quien visitó Honduras en 1983: “...mi
general le preguntó al Papa, si era pecado matar comunistas...el Papa le contestó que no, al
contrario...eliminarlos es como darle jabón al diablo” (29, 30).
Aparte de la vida del protagonista, el lector también llega a conocer su muerte. El
cabo Antúnez relata en este texto el trágico final del general a manos de un grupo de
izquierda que le atacó con “una maldita granada [que] explotó y le bañó el cuerpo como un
escupitajo de fuego” y con “los condenados perdigones [que] le atravesaron la vida” (85-
86). Toda la historia del general es narrada en un monólogo constante, que fluye
fácilmente y que captura la atención del lector gracias al alto énfasis que el autor ha puesto
en la oralidad de la narración.
El lenguaje y la realidad en Como mi general no hay dos
La oralidad de la narración en Como mi general no hay dos sirve para crear una
relación más estrecha entre el narrador y el lector. Cárdenas Amador llama la atención
59
hacia el uso del enclave frástico que Oviedo ha incorporado a la narración de Como mi
general no hay dos. Frases como “yo le digo”, “ahora yo, para serle franco”, “no le
parece” sirven para unir las grandes cláusulas de oraciones compuestas que constituyen el
texto (14). Estas frases también crean el efecto de un texto escrito exclusivamente para el
lector. El narrador hace de su lector un interlocutor. Al decir “no le parece”, el narrador
está aproximándose al lector en una forma personal, y por lo tanto, asegurándose de que
su interlocutor está pendiente de la narración.
En su análisis sobre la narrativa hondureña, Escoto ha comentado que la sociedad
catracha “está orientada prioritariamente hacia el ejercicio verbal” (200). “La palabra
fluída”, menciona este autor, ha sido el instrumento con el que se ha logrado conquistar a
las masas, probablemente como una consecuencia del alto grado de analfabetismo que ha
prevalecido en el país. Un narrador que hace fluir su relato, como en el caso del cabo
Antúnez, tiene asegurada la atención de su público. Oviedo ha logrado combinar en este
personaje tanto a un buen narrador capaz de mantener el interés del lector, como a un
individuo auténtico, típico de la sociedad hondureña en general y de su grupo social en
particular. El lenguaje en este relato cobra fuerza como elemento imprescindible de la
caracterización del narrador.
Ramírez ha analizado el papel preponderante del lenguaje del cabo Antúnez como
una forma de representar a un personaje auténtico. Este autor cita como ejemplo los
errores del narrador para mostrar la estrecha relación que existe entre un cabo en el mundo
real y el cabo del universo ficticio de Oviedo (56). Como miembro de bajo rango en el
ejército hondureño, Antúnez no tiene mayor educación: de allí su pronunciación incorrecta
del castellano. Palabras como “corructo”, “pior”, “marsista” o “campión” aparecen en su
narración. Estos errores dan al lector una visión más fiel de la realidad en que se inspiró el
autor para crear este personaje. Cárdenas Amador también ha apuntado el contenido del
60
texto como un reflejo del grupo social al que pertenece el narrador y que este crítico
encuentra caracterizado por “la ignorancia crasa, el anticomunismo feroz, el misticismo
reaccionario, el desparpajo del razonamiento represivo, la visión histórica deformada, la
conceptualización moral degradada...” (12). Una lectura de la narración de Antúnez basta
para identificar las características mencionadas por Cárdenas Amador y que son, como él
lo indica, un reflejo de la realidad en que se mueven los numerosos cabos Antúnez de la
sociedad hondureña.
Personajes
El general (Alvarez Martínez) sobresale en esta obra como el protagonista, el
personaje cuya historia debe ser contada. Si el lector ha de fiarse del narrador, entonces el
protagonista es un “grande hombre” que “estaba destinado a ser héroe” “por su arrojo y
por [sus] guevos de tigre” (54, 55). Sin embargo, Medina Durón afirma que dependiendo
de lo que el lector quiera creer, es posible que el general haya sido lo que su
guardaespaldas afirma, pero que a medida que avanza el texto y temas como la soberbia, el
abuso de poder, el sadismo y los desaparecidos quedan sin explicación, el lector se ve
obligado a modificar su opinión (92).
En este texto también es sobresaliente el papel del narrador, quien tiende a
competir por el papel protagónico del libro. Un personaje extraído de las clases
populares, el cabo Antúnez
...en esta historia logra convertirse en personaje con espacio y tiempos
concretos, es decir, pesa como individuación en el marco de la narratividad
llamada cuento. Su desenvolvimiento oral con capacidad para referir
historias tras historias, fuesen del general, suyas o de algotros personajes
61
cercanos a él en medio de un eje central "mi general" propone a un
personaje central protagónico con alta capacidad elocuencial puesto que
toda acción es relato en “Como mi general no hay dos” (Cárdenas Amador
14).
La combinación de micro-historias sobre el general y también sobre sí mismo es lo que
hace del cabo Antúnez casi un protagonista. Si relata al lector las aventuras amorosas del
general- “...y en lo referente a los asuntos de faldas, digo de viejas, era muy ordenado el
hombre, nada de andar regando la sangre como si fuera maíz, pero de que era tan bueno
para esos menesteres como para la guerra, eso sí...” (81), también le deja saber sobre las
suyas: “...como cuando le quiere dar en el culantro a una natacha, y usted le dice, mira
chula...te voy a regalar un disco de José José, te voy a regalar un bonito que traje de
Guatemala...y gasta tanta saliva, que si la saliva tuviera precio, yo sería el peor
derrochador” (66, 67).
Lo mismo ocurre con los sentimientos anticomunistas y represivos de ambos
personajes. A lo largo del texto Antúnez relata la misión del general y las tácticas para
llevarla a cabo y también expresa sus propias opiniones al respecto que, son un reflejo de
las de su general: “...dígame si no tenía razón mi general de perseguirlos, son el
anticristo...” (77). Así pues, en Como mi general no hay dos, puede hablarse no
solamente de uno, sino de dos protagonistas que proveen al lector con dos ángulos
diferentes de la realidad.
La Historia. ¿Otro personaje?
Probablemente el aspecto que más atrae en Como mi general no hay dos es la
estrecha relación que Oviedo ha logrado crear entre la ficción y la realidad. En este caso la
62
realidad es una etapa de la historia hondureña en que el país atravesaba el clímax de un
profundo cambio, que había comenzado a gestarse con el golpe de Estado de 1963.
Cárdenas Amador resume los elementos que hicieron de la década de los ochenta, un
período clave para la sociedad hondureña:
El hambre, la miseria, la enfermedad, la política, la degradación de los
valores morales, la doctrina de la seguridad nacional, la ocupación del país,
la devaluación de la moneda, la presencia de la contrarrevolución
nicaraguense, el incremento del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, la
intriga local, nacional e internacional, la represión, la falta de una
producción agrícola adecuada a las necesidades vitales, la deficiencia
educativa, el desmejoramiento del deporte...(8).
Todos estos factores se combinaron para producir un período de sumo descontento social,
junto con la posibilidad de una revolución armada que podía importarse fácilmente a
través de cualquiera de las tres fronteras del país. Alvarez Martínez surge en este
contexto multifacético como una figura de poder y también como un supuesto remedio a
los variados males de los que se estaba sufriendo en aquel momento.
El caos de la situación que se vivía en aquel momento ha sido reproducido en el
monólogo del narrador. En el relato de Antúnez no hay orden definido; el narrador salta
de un tema al otro, sin mayores transiciones. Hasta cierto puento puede decirse que no
hay argumento en el relato ya que los códigos de las micro-historias residen en la
información del “consultante lector” (Cárdenas Amador 15). Sin embargo, el relato poco a
poco, a pesar de la poca visibilidad de un argumento va dando paso a la fusión de ficción y
realidad. El monólogo de Antúnez se convierte en un reporte histórico.
63
¿Realidad o realismo mágico?
Si se toman en cuenta todos los eventos históricos que contribuyeron a producir
un ambiente represivo en Honduras durante la década pasada y la personalidad del general,
entonces Como mi general no hay dos puede leerse como un texto permeado de realismo
mágico. En el texto no se encuentran menciones a telepatía, vuelos, levitación o telekinesis
que, de acuerdo a Baldick, son los medios por los cuales se expresa el realismo mágico.
Sin embargo, Lodge describe a los escritores que se inclinan por el realismo mágico como
individuos que “have lived through great historical convulsions and wenching personal
upheavals” (114). Oviedo, como se mencionó en el Capítulo II, ha sido testigo de los
eventos caóticos que han tenido lugar en Honduras desde la década de los cincuenta. Los
constantes golpes de estado, la dictadura militar y la doctrina de la seguridad nacional han
sido todos parte de su realidad cotidiana.
Oviedo ha reflejado esa realidad en otras de sus obras como por ejemplo en La
gloria del muerto y en La muerte más aplaudida. En Como mi general no hay dos, sin
embargo, el giro que toma la acción puede hacer pensar al lector en el realismo mágico.
Más específicamente es la conversión del general a predicador cristiano lo que le da al
texto tintes magicorealistas. Bautista Gutiérrez, en su estudio sobre el realismo mágico en
Latinoamérica, identificaría este giro de la acción como un milagro. Un milagro es definido
como “la inesperada alteración de la realidad” (Bautista Gutiérrez 35). El cabo Antúnez
describe al general como “bautizado, confesado, comulgado, muy católico, apostólico y
romano” (23) pero también deja saber de su falta de respeto por la vida humana o por el
sacramento del matrimonio. El lector sabe entonces que el general usa la religión como una
fachada. Su conversión y luego su regreso al país, donde obviamente tenía enemigos, así
como su decisión a circular libremente sin la protección de guardaespaldas son una
64
alteración inesperada de la realidad que siempre había rodeado a este personaje. Por lo
tanto, técnicamente puede decirse que en Como mi general no hay dos existe un milagro.
Oviedo agrega a la historia del general varios aspectos ficticios o por lo menos no
comprobables a través de la historia oficial, pero, en general, la base de su texto es un
hecho real. Al respecto del papel de la Historia en este texto Ramírez comenta que Como
mi general no hay dos “no pretende ser una narración biográfica o testimonial de la vida de
un personaje particular” pero que los hechos de la ficción se parecen sobremanera a los de
la Historia (70-71). En este caso entonces tal vez cabría más hablar de la realidad
hondureña que Escoto considera “una cocción tan heterogénea de ficción vivida y de
fantasía real que no podría en forma alguna ser superada por las florescencias de la más
inspirada imaginación” (León Gómez 141).
65
CONCLUSIONES
La Gloria del Muerto, La Turca y Como Mi General No Hay Dos son tres obras
representativas de la literatura hondureña contemporánea. En todas ellas sobresale la
correspondencia entre los eventos narrados en el texto y la realidad hondureña del
presente siglo. El análisis de tal correspondencia constituyó el objetivo de este trabajo,
donde se identificaron varios aspectos históricos que Oviedo ha incorporado en sus libros.
Un reflejo de la vida bajo la dictadura, posiblemente el Caríato, se encontró en La
Gloria del Muerto donde el general aparece como gobernador absoluto y le confiere a
Ramón Castro, el protagonista, el mismo poder absoluto para ejercerlo en uno de los
departamentos del país. La represión presentada en La Gloria del Muerto también orienta
al lector hacia la época de la dictadura militar que en Honduras comenzó a gestarse en la
década de los cincuenta y terminó oficialmente a principios de la década de los ochenta.
En Como mi General no Hay Dos el lector también encuentra una correspondencia
entre las realidades del poder militar y el desarrollo de la acción en el texto. Nuevamente
el lector puede identificar aquí eventos recientes que han transformado la vida de los
hondureños y que Oviedo ha distribuído artísticamente a lo largo de su relato. Este libro
talvez sea el que más representa la fusión entre realidad y ficción, pues en él Oviedo
conduce al lector por un recorrido de la filosofía personal y de la conducta del general,
quien comparte muchos rasgos con el General Gustavo Adolfo Alvarez Martínez, uno de
los individuos hondureños más controversiales de la década pasada.
En el análisis de estos tres libros se encontró cómo Oviedo reproduce la realidad
no solamente en la trama de sus relatos sino que también a través del ambiente geográfico
66
en que los sitúa, la caracterización de sus personajes y el lenguaje con que estos se
expresan. Ramón Castro, La Turca, el general y el cabo Antúnez (quien comparte el papel
protagónico con el general) son los prototipos de individuos que forman parte de la vida
cotidiana hondureña. Caciques rurales, vendedoras ambulantes y militares de alto y bajo
rango forman parte de la experiencia colectiva hondureña.
Con la excepción de Como mi General no Hay Dos, donde el ambiente físico no es
especificado, los otros libros analizados en este trabajo ubican la acción en zonas rurales,
que es donde reside la mayoría de los hondureños.
El lenguaje de los personajes talvez pueda considerarse como el aspecto más
realista de los textos. Oviedo ha tenido especial cuidado en hacer que sus personajes y
narradores se expresen en un lenguaje cotidiano, de uso diario, que los acerca aun más a
sus contrapartes reales. El uso del lenguaje soez en los personajes también fue analizado
y se encontró que las “malas palabras” no solamente indican la superioridad de algunos
personajes que tienden a actuar como opresores, sino también la indignación de los
oprimidos.
Los textos comentados en el presente trabajo han confirmado la impresión de que
la realidad cotidiana hondureña desempeña un papel preponderante en la obra de Jorge
Luis Oviedo. La sensibilidad de Oviedo a esa realidad cotidiana, combinada con el ingenio
y la creatividad de su narrativa lo han convertido en un verdadero poeta de lo cotidiano.
67
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