jueves, 28 de agosto de 2008

JOSE ANTONIO DOMINGUEZ (1864-1903)

Poeta. Realizó estudios de Magisterio y de Derecho. Fue subsecretario de Estado en los despachos de Instrucción Pública y de Justicia. Contemporáneo de Juan Ramón Molina y Froilán Turcios, los máximos exponentes del modernismo; Domínguez, sin embargo, se arropa con el romanticismo que, en Honduras, tuvo su época dorado con la Reforma Liberal y, cuyo padrinazgo literario estuvo ejercido por el cubano José Joaquín palma (autor del himno nacional de Guatemala). El romanticismo de Dominguez tuvo, en lo temático, cierta tendencia social y filosófica, especialmente a través de su extenso poema el Himno a la materia, al influjo del filósofo alemnán, autor de "El mubndo como voluntad y como representación", Arthur Schopenhauer. Una crisis neurótica de origen afectivo lo llevó a acabar tenmpranamente con su vida, motivado, sin duda, por alguno de los héores de la ficción romántica.



AMOROSA

Yo te he visto, en esa hora fugitiva
en que la tarde a desmayar empieza
doblar cual lirio enfermo la cabeza,
la cabeza adorable y pensativa.

Y entonces, más que nunca, sugestiva
se ha mostrado a mis ojos tu belleza,
como en un claro-oscuro de tristeza
con palidez que encanta y que cautiva.

Y es que en tu corazón, antes dormido
el ave del amor ha hecho su nido
y entona su dulcísimo cantar.

Y al escucharle, en ondas de ternura,
languidece de ensueños tu hermosura
como un suave crepúsculo en el mar!



EL BUEY

Tipo de resignada mansedumbre,
al yugo la cerviz humilde inclina
y el rudo carro que al rodar rechina
arrastra con su grave pesadumbre.

Ya habituando a perpetua servidumbre
con lentitud y dejadez camina:
pero en sus grandes ojos se adivina
de una inmensa nostalgia la vislumbre.

Y cuando libre siente la cabeza
del yugo y sobre el césped rumia echado,
quien sabe si no evoque en su tristeza

el tiempo aquel en que, arrogante toro,
por su corte de vacas rodeado,
lanzó en el bosque su bramar sonoro.



SUEÑO ROJO

Soñé que en roja cólera inflamado
por calmar el infierno de mis penas,
tuve sed de la sangre de tus venas
y a ti lleguéme, de puñal armado.

Luego, con el furor de un trastornado,
como un tigre que rompe sus cadenas,
sobre tu lácteo pecho de azucenas
hundí el acero y lo dejé clavado.

Tu sangre, a borbotones, por la herida
vi brotar juntamente con tu vida,
y me gocé en tu fin con raro empeño,

mas, cuando quise entre mis dedos rojos
extraer tu corazón hecho despojos,
lancé un suspiro y. . .desperté del sueño.

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