Oigo un ruido, que suena, que suena, que suena;
Parece el grave y profundo rugir de la tierra,
Más intenso que cien mil cañones de guerra
Y más extenso que todo un desierto de arena.
No es un volcán que a los cielos expulsa ceniza
Ni una inmensa manada de leones hambrientos
Ni un huracán tropical de estruendosos vientos,
Que arrastra, en su alada furia, los techos a prisa.
Es un pueblo que ha sacudido todas sus penas,
Es un pueblo que estuvo quinientos años dormido,
Es un pueblo que hoy, por fin, rompió sus cadenas;
Es el pueblo de Honduras que hoy está decidido
A que no le construyan más palacios de arena.
Ese es el ruido que suena, que suena, que suena…
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